Opinión La ley de teletrabajo frena la innovación y el incentivo para la creación de empleo

Eduardo llega temprano al edificio de oficinas de la empresa en la cual trabaja. El guardia de seguridad le pide su documento, no lo conoce, pero Eduardo trabaja hace ya casi un año en esa firma. No se conocen porque es apenas la segunda vez que pisa ese lugar.
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Por Adrián Gilabert – Manuel y Manuela están especialmente contentos porque hoy tendrán su reunión presencial periódica con todo el equipo de desarrollo de productos, necesitan encontrar una nueva idea.

Fernando se siente más tranquilo haciendo la planificación financiera a las 22 hs, después de cenar, envía el mail a las 23.30.

Nancy no se pide vacaciones, es enero pero trabaja desde Villa Gesell; su marido es supervisor de una línea de producción y si está de vacaciones, pasa todo el día con sus hijas en la arena.

Marina tiene una reunión de equipo a las 7 hs, sus co-equipers viven en el planeta tierra (por ahora), uno en México, otra en Colombia, otro en Nepal. Una vez que solucionen el problema de un cliente, Marina irá a una reunión con su hijo a la escuela a las 10 AM. Mientras, su pareja se sube al tren para ir a realizar el control de la nueva línea robotizada de fabricación.

Agus y Bauti viven en Villa Crespo, acaban de conseguir su primer empleo, van a participar del desarrollo de un sistema para una empresa de Letonia, tuvieron que buscar en el mapa para saber dónde está ubicada..

Estas historias pueden parecer ciencia ficción, pero son muy actuales. Estamos construyendo un mundo, una nueva «pangea» en la cual los bordes políticos y geográficos se van desvaneciendo cada vez más.

Queda claro que lo que hoy estamos haciendo es un trabajo de emergencia, no es «teletrabajo» con el término amplio de la palabra, ya que el mismo implica a las claras dos cuestiones: movilidad y trabajo por objetivos. No implica trabajar siempre en casa y jornada laboral de 9 a 18 hs.

Entonces, ¿tiene sentido seguir hablando de teletrabajo? Por supuesto que no. Es trabajo con las herramientas tecnológicas de la época, buscando acercarnos cada día más a una actividad plena. Es decir, muy buenas remuneraciones, trabajo enfocado en el propósito y desarrollo personal.

Pero parece ser que hay quienes pretenden restringir el desarrollo ya sea por ignorancia o por una resistencia consciente. Es en este punto en el cual uno no puede dejar de preguntarse: ¿Por qué el apuro por legislar el teletrabajo? ¿Por qué no tomarse el tiempo de dialogar e imaginar con expertos en la materia cuál puede ser el planteo más abarcativo, más integral, más próspero para el desarrollo humano y económico? ¿Por qué hacer un «copy-paste» del pensamiento del siglo pasado?

Por supuesto que existe una real preocupación por lo que llamamos «precarización laboral». Pero este estado de precarización no se resuelve con ninguna ley, se resuelve solo consiguiendo variables macroeconómicas razonables que permitan el desarrollo, el crecimiento. Mientras esto no se consiga no habrá ley o norma que estimule la salida de la precarización o el trabajo informal. Seguiremos agregando restricción tras restricción sin arribar a ningún resultado próspero. A mayor restricción menor estímulo. Ponemos una «curita» para sanar una fractura de tibia y peroné.

No cabe duda de que la ley hará perder puestos de trabajo en nuevas modalidades que empezaban a ser muy atractivas para las empresas y las personas. Un modelo laboral con mayor libertad horaria y con trabajos por objetivos puede empezar a mitigar el preocupante índice de insatisfacción laboral a nivel global; no resuelve el problema de fondo, pero es un aliciente.Y el problema al cual nos enfrentamos es más complejo aún.

No cabe duda de que la ley hará perder puestos de trabajo en nuevas modalidades que empezaban a ser muy atractivas para las empresas y las personas

Hace no mucho tiempo comenzamos a imaginar modelos de organización superadores.

Empresas basadas en el propósito, la creatividad, con modelos de organización singulares (ninguna empresa es igual a otra), ya no basadas en la jornada laboral, en el control del recurso, en las estructuras piramidales. Venimos imaginando las empresas de los próximos 100 años con propósitos que excedan la generación de riqueza, que incorporen dentro de su razón de ser el impacto positivo en la comunidad y en el medioambiente. Nuevos modelos que nos permiten las tecnologías con una propuesta más atractiva para las nuevas generaciones, que nos interpelan y nos empujan a mejorar, a contribuir a modelar una plataforma que sea más afín con las nuevas miradas. Y en medio de este proceso caótico, pero a la vez desafiante, aparecen los proyectos de ley que le quitan, al menos, plasticidad a la imaginación.

¿Cuáles son los aspectos conflictivos?

En primer lugar se insiste con una jornada laboral estricta y no se ha advertido que hay trabajos que pueden ser bien remunerados sin horarios estrictos y con menor carga horaria. Claro, suelen ser trabajos no sindicalizados. Estos casos son un clásico de la industria del conocimiento. Tampoco se tiene en cuenta que una persona apasionada por su trabajo puede elegir trabajar 12 hs diarias sin que eso suponga un riesgo para el empleador. También, no han advertido que la presión por la cantidad de horas de trabajo que existía en los años 90 ya se ha diluido. Existe hoy un mayor respeto por los tiempos de cada persona. Por supuesto que no en todos los casos, pero la masividad de esta forma de pensamiento es alta. Aún subyace en la letra de la ley el pensamiento de «trabajo-engranaje» Tayloriano que venimos intentando superar.

En segundo lugar, el planteo de que el formato de teletrabajo pueda ser revocado obligando a la empresa a dar un puesto en el establecimiento, supone que una empresa DEBE tener un establecimiento y debe mantenerlo a nivel de espacio físico tal como si el teletrabajo no existiese. Subyacen dos problemas: el conceptual y el de costos. Existen hoy empresas de envergadura que tienen miles de trabajadores distribuidos en el mundo y una sola locación de 1 piso en una sola ciudad. Ese tipo de empresas pagan unos salarios extraordinarios por varias razones, entre las cuales se encuentra la de los menores costos de oficinas. Estos menores costos de estructura edilicia se reasignan en ofertas de salarios más elevadas para conseguir los mejores talentos. Vale decir que, potencialmente, la obligación de conservar metros cuadrados de establecimiento atenta contra el salario (y también contra los precios de los productos y servicios).

En tercer lugar, la ley parece plantear (no lo especifica) que los elementos de hardware, software y conectividad podrían ser considerados dentro de la remuneración del empleado, lo cual implicaría un aumento de las cargas laborales elevando de esta forma aún más la ya tan alta barrera de incentivo a la generación de empleo.

Estamos asistiendo al clásico choque de fuerzas en un proceso evolutivo: la fuerza de lo nuevo que busca imaginar y diseñar modelos novedosos versus la fuerza de la resistencia tradicional que busca que nada cambie. Lo nuevo versus lo obsoleto. La imaginación que vuela hacia el siglo XXII y la estructura que ancla en el siglo XX.

Autor del libro «El trabajo ha muerto» y especialista en crisis empresaria