La Organización Mundial de la Salud resolvió que la hoja de coca continúe incluida en la Lista I de la Convención sobre drogas —categoría que reúne a las sustancias consideradas más peligrosas y sujetas al mayor nivel de control—, al argumentar que su fácil procesamiento para obtener cocaína y el incremento global en la producción de esa droga representan un riesgo para la salud pública.
El Comité de Expertos en Farmacodependencia de la OMS analizó la hoja de coca a partir de una solicitud presentada por Bolivia en 2023 y respaldada por Colombia, según un informe al que la agencia de noticias EFE tuvo acceso antes de su publicación oficial prevista para este jueves en Viena (Austria).
En el documento, los expertos de la OMS señalan que la mayor parte de la hoja de coca cultivada en algunos países se destina a cocaína y que la producción global de esa droga aumentó un 34% en 2023, hasta alcanzar un récord histórico. En ese sentido, decidieron mantener la hoja de coca en la Lista I junto a sustancias clasificadas como altamente peligrosas, entre ellas la heroína y el fentanilo.
“La obtención de pasta de coca a partir de la hoja de coca y la purificación de las distintas formas de cocaína a partir de la pasta de coca son procesos sencillos y no requieren conocimientos especializados”, señalan los expertos de la OMS.
La hoja de coca desempeña un rol importante en la vida social, económica y cultural de diversas regiones de Bolivia. Es considerada un estimulante natural que desde hace siglos se mastica, se elabora y se venera en las comunidades andinas. También se encuentra fácilmente en las ciudades, ya sea como hoja en los mercados y quioscos callejeros, o procesada en bolsitas de té en supermercados, restaurantes y hoteles de lujo.
La hoja de coca tiene asimismo un profundo valor simbólico ligado a la identidad cultural de los pueblos andinos para los que también representa una resistencia histórica, soberanía cultural y el derecho de las comunidades a preservar sus tradiciones frente a políticas internacionales que la asocian exclusivamente con el narcotráfico. Además de sus usos tradicionales y rituales, constituye una fuente de ingresos para familias productoras en zonas como los Yungas (La Paz) y el Chapare (Cochabamba).
La presión para erradicar cultivos como parte de la guerra contra las drogas liderada por Estados Unidos, generó a mediados de los 90 una fuerte movilización social que contribuyó al ascenso al poder del ex presidente Evo Morales (2006-2019), líder sindical de los productores de coca. Durante su gestión, la planta fue reconocida como parte del patrimonio cultural del país en la Constitución Política del Estado de 2009, subrayando su valor cultural y simbólico.
Si bien la legislación boliviana establece límites en las hectáreas de cultivos de hoja de coca para asegurar que la producción se oriente a usos tradicionales y legales, hay informes que señalan la persistencia de áreas de cultivo que exceden las superficies permitidas que pueden estar asociadas al narcotráfico. Los cultivos excedentarios, difíciles de controlar por su dispersión geográfica y la demanda ilegal, representan uno de los principales desafíos para la lucha antidrogas.
En junio de 2023, el Gobierno de Bolivia -entonces encabezado por Luis Arce- inició una campaña internacional para lograr la reclasificación de la hoja de coca en una categoría menos restrictiva y abrir el camino al comercio legal, la investigación científica y el desarrollo industrial.
Si bien la OMS reconoce los usos tradicionales de la hoja de coca y algunos indicios de un potencial uso terapéutico, concluye que la evidencia científica es insuficiente para modificar su estatus frente al peligro que representa dar ese paso.
Hasta la publicación de esta nota no se habían dado a conocer pronunciamientos públicos de parte del Gobierno de Bolivia, sindicatos cocaleros ni de los ex funcionarios públicos que promovieron su reclasificación.