La clase media pasó de comprar con tarjeta a vender sus pertenencias

El último dosier estadístico del Indec reveló que el 40,8% de los hogares argentinos recurrió a desprenderse de sus ahorros o vender sus bienes para poder solventar sus gastos mensuales.

En la clase media este porcentaje asciende al 16,1%. Desde ventas por internet a la organización de ferias en el garaje, cómo manejan su economía los argentinos. Historias reales sobre la descapitalización actual de las familias.

“Como muchas personas de mi entorno empecé a subir cosas a Marketplace, básicamente muebles que llevan un tiempo conmigo y que ‘creo’ que no son tan necesarios. Descubrí que hay un mundo en donde todo es vendible, me recuerda un poco al trueque de los años 2000, porque generalmente las ofertas vienen con un: ‘acepta permutas’”, contó a PERFIL Carla, que tiene 48 años, es jefa de hogar y se vio por primera vez en la necesidad de desprenderse de cosas. No porque el “soltar” sea un concepto de moda en redes sociales, sino por la realidad de una gran proporción de ciudadanos: según el dosier “¿Cómo organizan su economía los hogares argentinos?”, publicado por el Indec, cuatro de cada diez hogares (40,8%) utilizaron ahorros o vendieron pertenencias en el primer semestre de 2025. En el sector de ingresos medios alcanzó al 16,1%.

El documento estadístico señala que, para la satisfacción de sus necesidades, “y ante la ausencia de nuevos ingresos monetarios –laborales o no laborales– o en especie”, los hogares argentinos recurren a otras estrategias complementarias. Entre ellas mencionan la “descapitalización”, precisamente por el remate de sus bienes o la utilización del dinero guardado.

“Comencé con muebles que tenía para decorar la casa. Pero, así como mi posibilidad de llegar a fin de mes se achica, la casa se vuelve un reflejo: se ‘achica’ de objetos”, agregó Carla. A pesar de que cuenta con un trabajo estable también tiene un emprendimiento familiar. La posibilidad de financiar las compras con tarjeta de crédito ya no es una opción: “las tengo cortadas, las había empezado a usar para ir al supermercado. Un día no pude pagar el total, después tampoco el mínimo”. En agosto de este año, detalla un informe del Instituto Argentina Grande (IAG), la morosidad alcanzó el nivel más alto de la serie que analiza la incidencia desde junio de 2022: 6,6%. “Lo que está aumentando con mucha fuerza es la cantidad de cheques rechazados”, explicó a PERFIL Hernán Herrera, investigador del área de economía de ese instituto. “Esto es un problema porque pega de lleno en la cadena de pagos y profundiza las dificultades de las empresas para mantenerse abiertas, además de que sigue bajando el empleo formal privado”, prosiguió.

De acuerdo con el informe del Indec citado, el 50,9% de los hogares utilizó las tarjetas para comprar en cuotas durante el primer semestre del año. Los sectores de ingresos altos son los que todavía tienen acceso a estos mecanismos de crédito y por lo tanto mayor participación: el 64,3% financió sus consumos en los primeros seis meses de 2025.

Carolina (43) también está a cargo de los gastos de su casa, tiene un trabajo registrado y desde hace algunos meses optó por hacer ventas de garaje. “Empecé en julio. Necesitaba algunas cosas para mi hijo, comprarle ropa. Y bueno, no llegás”, aseguró a este medio. Vende ropa usada, sus libros y algunos muebles. “Si no, no hay forma”, agregó. “Veo que hay mucha gente que está haciendo lo mismo, vos pasás por algún barrio y están las cosas afuera a la venta. Antes uno donaba la ropa y ahora la vende”.

Otra estrategia de supervivencia de los hogares argentinos es acudir a préstamos: en los estratos medios el 15% lo tomó con una entidad bancaria o financiera. Según pudo constatar PERFIL, en las prestamistas privadas los intereses van desde el 200% hasta más del 700% anual: todo depende de la historia crediticia de la persona y del monto solicitado. El documento citado del IAG sostiene además que un tercio de los argentinos tiene un compromiso con bancos o entidades financieras: cada uno, en promedio, debe $ 3,7 millones.

Recurrir a los familiares es una vía más informal que predomina entre los sectores de bajos salarios: el 22,5% de los hogares en esta situación pidió ayuda a los círculos cercanos para llegar a fin de mes, mientras que este porcentaje se reduce al 13,3% y al 8,3% en los estratos económicos medio y alto, respectivamente.

“Viví los 2000 y la situación era tremenda, pero la juventud permitía pedir ayuda a los padres/madres. Ahora, además de que ya no están vivos, genera incomodidad”, afirmó Carla. En su caso, el alquiler insume el 60% del salario.

El costo de alquilar una vivienda, informó Inquilinos Agrupados, aumentó un 62% entre enero y octubre contra una inflación general acumulada en el mismo periodo del 25%.

La consultora Focus Market elaboró un cuadro comparativo sobre lo que sucedió en Argentina cada diez años con el porcentaje de población catalogada como de clase media. La definición de este estudio entiende como clase media a aquella que tiene entre un 50% y un 150% del ingreso medio per cápita o supera cuatro veces a la línea de pobreza. Además, se trata de un sector que tiene garantizado cierto grado de acceso a bienes y servicios básicos (vivienda, educación completa y capacidad para gastos no esenciales). Concluye que entre 1985 y 2025 (con algunos altibajos) la clase media pasó del 45% al 39%.

“Diversos relevamientos por encuesta (Latinobarómetro, World Values Survey y encuestas nacionales) muestran que, desde la década de 2010, en la Argentina la proporción de población identificada con la clase media fue descendiendo, mientras que la llamada ‘clase media-baja’ adquiría progresivamente mayor peso en el posicionamiento subjetivo”, señala un documento titulado “Al borde del desbarranco. La clase media baja como emergente identitario en el contexto de crisis de reproducción social en la Argentina”, que es parte de una compilación de la Universidad Nacional General de Sarmiento publicada como resumen anual del 2024.

 

El texto sostiene que, en contextos de inestabilidad, las categorías tradicionales sobre las que se construyen estas diferenciaciones de clase medidas por ingreso, poder de compra, acceso a los servicios –y autopercepción– se ven sometidas “a modulaciones, fragmentaciones, contextos de significación y adjetivaciones diversas: clase media ‘alta’, ‘baja’, ‘bajada’, ‘empobrecida’”. O, incluso, “clase ‘más o menos’”.