Ante el temor a Rusia, Europa recupera el servicio militar para inculcar el espíritu bélico

Varios países, como Francia y Alemania, planean reclutar soldados, por ahora en forma voluntaria.

Buscan recuperar sus ejércitos, reducidos tras la Guerra Fría. Argumentos a favor y en contra.

Los 29 Estados europeos miembros de la OTAN tienen 1,5 millones de soldados profesionales. Rusia tiene 1,3 millones. Los soldados europeos tienen medios más modernos y no llevan casi cuatro años enfangados en una guerra de desgaste, de trincheras y de obuses. Con esos números, Europa no debería tener necesidad de recuperar “la mili”, el servicio militar, obligatorio o voluntario, pero muchos de sus países lo están haciendo. La explicación está más en la psique colectiva que en las necesidades militares.

La mayoría de los varones europeos que tienen ahora más de 50 años hicieron algún tipo de servicio militar obligatorio de mayor o menor duración, en algunos casos de hasta dos años. La mayoría no cobró por ello. Recibía cama y comida por dar meses o años a su país recibiendo una somera formación militar. Si volvía la guerra, se pensaba en la Guerra Fría, harían falta millones de hombres capaces de usar adecuadamente un fusil.

La Guerra Fría acabó con la caída del Muro de Berlín y poco después muchos países empezaron a abolir el servicio militar obligatorio para pasar a sistemas de ejércitos profesionales donde los soldados pasaron a ser empleados públicos como lo son los médicos, los policías o los profesores.

A la vez se fue reduciendo el gasto militar. Bélgica fue el primer país europeo que acabó con “la mili”. Lo hizo en 1994. Los demás siguieron: Francia en 1996, España en 2001 o Alemania, de los últimos, en 2011. Los británicos lo hicieron mucho antes, en plena Guerra Fría, en 1963.

Los gobiernos optaron por profesionalizar los ejércitos, convirtiéndolos en fuerzas más pequeñas, pero mucho más efectivas. Fue uno de los llamados “dividendos de la paz”, pues el fin de la Guerra Fría hacía inútiles mantener conscripciones obligatorias de al menos nueve meses (y hasta dos años en algunos casos) cuando no había enemigos a la vista.

No todos los hombres eran llamados a “la mili” porque los ejércitos no tenían sitio para todos, así que en muchos casos se hacían sorteos. Se extraía, por ejemplo, una letra, y se llamaba a todos los que tenían su apellido a partir de esa letra hasta que se llenaba el servicio. A los que se escapaban se les llamaba “excedentes de cupo”. Ser “excedente de cupo” era una suerte porque se podía seguir trabajando o estudiando. Con el tiempo se flexibilizó para no alterar las carreras académicas. Mientras se terminaban los estudios universitarios se iban pidiendo “prórrogas” y sólo se iba “a la mili” cuando se acababan esos estudios.

La agresión de Rusia contra Ucrania, que el 22 de febrero próximo entrará en su quinto año, cambió muchas cosas en Europa. La guerra volvía al viejo continente con la agresión de una superpotencia nuclear a un país vecino. Sin provocación, simplemente porque Rusia considera que buena parte de Ucrania debe ser suya y que el país debe ser un Estado vasallo cuyas decisiones en política internacional deben ser dictadas desde Moscú.

En aquella Europa de 2022 apenas había servicios militares, pero están volviendo. Un repaso rápido dice que ya existe de forma obligatoria (y en muchos casos no sólo para varones, sino también para mujeres) en Austria, Chipre, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania y Suecia. Croacia lo hará obligatorio a partir del próximo enero.

Un pequeño grupo, pero entre quienes están dos de los más grandes del continente (Francia y Alemania), anunciaron en estas últimas semanas que reintroducirán desde el próximo año el servicio militar, pero voluntario y con salario: 800 euros los franceses y 2.300 los alemanes. La ley alemana permite al Gobierno llamar a filas obligatoriamente si de forma voluntaria no cubre el cupo que considera suficiente.

La mayoría del resto (España, Italia, Portugal, Países Bajos o Polonia) no lo plantean por ahora, pero Polonia sí tiene desde hace casi una década una fuerza paramilitar de civiles que entrenan los fines de semana y en Italia se empieza a hablar del asunto. Polonia busca que todos los hombres reciban formación militar aunque no todos tengan que pasar por el servicio militar obligatorio.

 

Los países que mantienen el servicio militar obligatorio

Fuera de la Unión Europea el servicio militar obligatorio existe en Suiza, Noruega, Moldavia y países en los márgenes del continente como Georgia, Armenia, Azerbaiyán o Turquía. Serbia lo introdujo de nuevo este año y Montenegro y Bosnia lo debaten.

 

El Reino Unido no se plantea por ahora la conscripción, ni voluntaria ni obligatoria. Y algunos microestados no tienen ningún tipo de fuerza militar: son Andorra, San Marino, Mónaco, Liechtenstein y el Vaticano.

 

Los dirigentes políticos hablan ahora de la necesidad de recuperar unas capacidades militares que se debilitaron tras la Guerra Fría porque la amenaza rusa les parece real e inminente tras el ataque a Ucrania.

 

Los servicios secretos alemanes han advertido en varias ocasiones en sede parlamentaria que esperan que Rusia ataque a algún país europeo más allá de Ucrania como muy tarde en 2028. De creer a los militares, la amenaza es real. Pero la necesidad de la conscripción se justifica mal a la luz de los números de las fuerzas armadas de los países europeos.

 

La decisión de volver en muchos países a los servicios militares se entiende mejor desde el punto de vista de la psicología colectiva. Los ciudadanos europeos vivieron pendientes de amenazas militares durante todo el siglo XX. Las dos guerras mundiales y la Guerra Fría, con su amenaza nuclear permanente, marcaron al continente. Su huella se deja ver en toda la cultura de la época.

 

Pero desde los años 90 del siglo pasado y sobre todo durante este siglo la guerra fue algo ajeno, con la excepción de las guerras civiles de los Balcanes. Los europeos ven los conflictos bélicos desde la televisión, en lugares que les parecen al otro lado del mundo, como el Golfo Pérsico y Oriente Medio. Las imágenes les traen gentes que no ven como ellos y en lugares que consideran exóticos. Ucrania cambió todo eso. Kiev es una ciudad europea como cualquier otra y recibe misiles rusos casi a diario. Kiev es, les dicen los políticos, lo que le puede pasar a cualquier ciudad europea si no se contiene a Rusia.

 

La guerra vuelve al suelo europeo, vuelve a la industria militar y vuelve a los presupuestos públicos, pero los gobiernos necesitan que vuelva también a las mentes de los ciudadanos, porque cuando haya que pedirles sacrificios, en forma de hombres o de dinero, deben estar preparados. Por eso uno de los más importantes altos cargos militares franceses decía hace unos días que la ciudadanía debe prepararse para enviar a sus hijos a la guerra.

 

Los jóvenes europeos deben volver a empuñar un arma, subirse a un tanque, vestirse de soldados y dormir en barracones. Como hicieron la inmensa mayoría de sus antepasados durante siglos. Vuelve la mili. Por si acaso vuelve la guerra.