. Los materiales en evaluación se destacan por su mayor tamaño de fruto, precocidad, altos rindes, resistencia a enfermedades y excelente calidad industrial.
Aunque tradicionalmente vinculado al Mediterráneo, el olivo ha expandido su frontera productiva hacia regiones no convencionales gracias al avance tecnológico, la demanda internacional de aceite de oliva y la adaptación a condiciones agroclimáticas adversas.
“El objetivo es generar variedades capaces de responder mejor a ambientes áridos y semiáridos, con resiliencia frente al estrés hídrico y al calor extremo”, explicó Luis Prenol, investigador del INTA. “Además, buscamos mejorar la estabilidad productiva y la calidad del aceite, factores claves para la sostenibilidad del sector”.
El equipo del INTA evalúa 12 genotipos seleccionados a partir de programas de mejoramiento genético, sometiéndolos a condiciones de altas temperaturas, baja disponibilidad de agua y mínima intervención agronómica.
Los estudios incluyen parámetros vegetativos (crecimiento, arquitectura y copa), reproductivos (floración, cuaje, maduración) y productivos (precocidad, rendimiento y regularidad). También se analizan aspectos de calidad industrial como la acidez libre, los polifenoles, la estabilidad oxidativa y la composición de ácidos grasos.
Los primeros resultados muestran que varias de las nuevas líneas mantienen buen comportamiento frente al estrés hídrico, estabilidad en los rindes y un aceite de alta calidad, incluso en escenarios climáticos críticos.
Un cultivo en transformación
El cambio climático está modificando la geografía del olivo: mientras algunas áreas pierden aptitud por el aumento de las temperaturas invernales y la reducción de horas de frío, otras regiones áridas y semiáridas se vuelven más propicias para su desarrollo.
En Catamarca, las condiciones naturales —altas temperaturas, baja fertilidad del suelo y escasez de agua— plantean un desafío, pero también una oportunidad para impulsar variedades más rústicas y adaptadas.
“El incremento de temperaturas y la mayor frecuencia de heladas tardías o lluvias intensas en momentos críticos, como floración o cosecha, obligan a rediseñar la estrategia productiva”, advirtió Prenol.
Proyección nacional
La experiencia de Catamarca se suma a otros avances en valles andinos y regiones de Cuyo, donde se implementan sistemas intensivos y superintensivos que permiten mecanizar, optimizar el uso del agua y mejorar la eficiencia productiva.
Con la incorporación de estos nuevos materiales genéticos, el olivo argentino podría ampliar su frontera productiva y fortalecer su competitividad internacional, asegurando calidad y sustentabilidad en un contexto global cada vez más exigente.