Por Ricardo Auer – El triángulo del poder libertario, formado por el carismático (camuflado de anarcolibertario), la organizadora (la stalinista) y el estratega (el ingeniero del caos), es un grupo pragmático que tiene un plan político claro y sectario: constituirse en una nueva saga de políticos que gobierne la Argentina durante mucho tiempo, tal como lo hizo el kirchnerismo e intentó hacerlo el macrismo. El “vamos por todo” es el hilo conductor de todas sus acciones o el prisma con el cual hay que analizar sus decisiones.
Luego de un par de meses de errores autoinflingidos, con caída de imagen, el gobierno cree haber encontrado una nueva narrativa,que le permita transitar el segundo año de mandato. Sin que sepamos aún cuanto nos va a costar en términos de entrega de nuestra soberanía nacional, el gobierno ha sido beneficiado por el influencer decisivo dentro del FMI, para endeudarnos aún más, sólo para sostener una temporaria (electoral) baja inflación.
Milei y Caputo han vendido bien la idea de que, habiendo hecho un gran ajuste económico, “respaldado” por la sociedad (encuestas mediante), era necesario seguir aguantando hasta la finalización de las elecciones de medio término, para completar el supuesto ciclo “exitoso”, ya que “ahora es distinto” (a Macri). Esta es una de las tantas falacias que difunde el gobierno para ganar tiempo y ejecutar su plan político.
Atacar, dividir, controlar
Han vuelto ahora a utilizar las agresivas recetas de la campaña del 2023, utilizando las técnicas de la guerra cognitiva; avanzar impactando permanentemente al público para mantener activa su atención: difundiendo videítos con mandriles o bajando el precio de la nafta (¿YPF es una empresa privada o del Estado?).
Técnica de marketing o de manipulación mediática, que no busca mayor rating, sino desalentar todo tipo de razonamiento o reflexión sobre la realidad, dura y compleja. Al imponer la agenda diaria que consume la opinión pública encapsula a la sociedad en segmentos sometidos a los algoritmos de las redes sociales: un método relativamente eficaz para adormecer cualquier atisbo de razonamiento económico, social o político.
Durante la presente campañaelectoral se seguirá hablando mucho del pasado, algo del presente y poco del futuro. Como siempre, se difundirán los errores u horrores ajenos, como lo mostró el debate televisivo realizado entre 17 candidatos a legisladores de CABA.
Excepto unos pocos, esta novísima multigrieta política supo atacar y lucirse con chicanas baratas, extendiendo la metástasis del cáncer político que fractura todo. La representatividad sigue floja de papeles porque ya nadie intenta proponer un diálogo constructivo para resolver algún problema ciudadano. De continuar degradándose la política, tarde o temprano, aumentará el pesimismo social, desalentando esperanzas y produciendo un daño permanente a la confianza pública. Como siempre se ha afirmado, las inversiones y las decisiones económicas tienen una carga importante de confianza, por lo que el actual escenario de incertidumbre no se despejará multiplicando aún más la grieta.
Sólo se logrará inyectar optimismo cuando aumente el consumo y los puestos de trabajo, se desarrolle una política industrializadora y cuando baje realmente la pobreza; porque esos son los indicadores reales que miran los inversores, después de 9 defaults y 22 acuerdos con el FMI. Sostenibilidad es lo que piden todos, hasta el JP Morgan.
Los insultos presidenciales a los “periodistas ensobrados”, “sindigarcas”, “econochantas”, “zurdos ridículos” y “ñoños republicanos”, así como el reiterado uso del verbo “odiar”, son parte de las técnicas de la guerra cognitiva para “apretarlos” con el objetivo de disminuir las críticas a la realidad que todos vemos, pero que el gobierno pretende que no se difunda masivamente por los medios de comunicación y las redes. Como eso es imposible a la larga, se trata al menos de aumentar la duda sobre todos ellos. Si ya muchos no creen en el gobierno, es preferible que no le crean a nadie. Del manual de la ingeniería del caos.
La militancia o los cuadros políticos, los gobernadores, senadores o diputados se han convertido, obligados o por convicción, en seguidores de la agenda del gobierno; excepto cuando éste se autoinflinge algún daño. No se observa una construcción sistémica de una agenda nacional alternativa o bien hay muchas y variadas, provinciales, municipales o grupusculares.
La política se ha reducido a una agenda de temas electorales cada dos años, que busca una polarización circunstancial que, por su carácter negativo hacia el otro, ni es escuchada por la gente. En general la falta de convergencia en algunos temas principales o centrales para la nación y el pueblo, produce una dispersión de esfuerzos, cuyo resultado es que no hay ninguna agenda que pueda oponerse a la de Milei y su grupo.
Nadie puede conducir lo que está hiperfraccionado. Los dirigentes a cargo de las burocracias partidarias, parece que sólo se dedican a colocar sus candidatos en lugares expectables en las listas. El esporádico declaracionismo no mueve el amperímetro de la opinión pública, acostumbrado a que en las épocas electorales se dice mucho y se promete más, pero poco de ello es creíble, por lo que el escepticismo democrático también se incrementa.
Con relación a las consecuencias de las elecciones; supongamos que le vaya electoralmente bastante bien a LLA. Sería una victoria política simbólica, que les acercaría a los muchos oportunistas que ansían incorporarse, pero con eso sólo no podría lograr, unilateralmente, una amplia base de sustentación, porque lo determinante es la gestión, que debe mostrar resultados concretos. Macri hizo una buena elección de medio término y luego cayó. Sino le bajan fondos,la benevolencia de los gobernadores se restringirá fuertemente, ya que el gobierno tiene fama de ser mal pagador.
Si no avanza en las reformas solicitadas desde el exterior también le pedirán resultados de difícil aceptación y el conflicto social estallará. Con pocos votos iniciales, NK mantuvo su poder, pero hubo crecimiento económico, y hasta ahora Milei lo logró con la baja de la inflación. Pero en el futuro eso ya nos es tan visible y se acrecienta el problema del empleo.
Si no hay un cisne negro hasta octubre, LLA va a obtener más bancas, porque arriesga pocas, mientras los demás partidos disminuirán su representación en ambas cámaras. Pero LLA nunca va a alcanzar mayorías propias, pronóstico agravado porque casi todo lo que sume va a ser a expensas de sus actuales aliados.
Su pública pretensión es absorber y disciplinar al PRO y a otros aliados (gobernadores, radicales peluca, demócratas, UCD, MID, Federal, y otros) porque abarataría el costo de las negociaciones parlamentarias, creando una nueva transversalidad. Pero ni con todos ellos solucionaría la necesidad de hacer alianzas para lograr mayorías. Sin embargo, es muy probable que logre alcanzar unos 86 legisladores propios (1/3 total) que le garantizaría blindar sus DNU y despejar amenazas de juicios políticos.
¿Será a golpe de DNU que piensa seguir gobernando después de las elecciones? ¿Será ese es el verdadero proyecto de la LLA? Tiene claro que no puede avanzar con todo lo que le pide el FMI, ni tiene la menor intención de buscar consensos, porque, como casta nueva, sólo le interesa el crecimiento partidario propio, tal como lo describimos al inicio. Veremos si la deriva del escándalo $LIBRA lo facilita o lo complica definitivamente. Y eso se decide en Washington.
El repetido argumento de la economía, que hay que esperar a que pasen las elecciones de octubre para abordar las reformas estructurales es inconsistente, pero permite procrastinar decisiones que afectan su estrategia central, acumular poder político sin acordar nada, para sustituir a la vieja casta por una nueva. Durante la última década crecía el empleo (aunque muchos de ellos fuesen precarios o no registrados), debido ala enorme caída del salario real (25%). Con este gobierno empieza a visualizarse ambos registros: caída del salario y del consumo, aumento del desempleo y de la informalidad laboral.
Como el actual esquema sólo favorece a la timba financiera, los problemas de competitividad se agravarán, facilitando las importaciones y complicando las exportaciones. Con una inflación estacionada entre el 2 y el 4%, sin apertura total del cepo, con pocas inversiones (excepto en las industrias extractivistas), se acelerará el estancamiento productivo, por lo que el ajuste vendrá indefectiblemente sobre el nivel o calidad del empleo.
El modelo planteado desde lo económico o lo social es insostenible porque los objetivos políticos fuerzan decisiones que complican la economía.
Se necesita un entorno más amigable con la inversión, la producción y la generación de empleos de mejor calidad. Coparticipación, infraestructura, seguridad social, educación, son cuestiones centrales que no las puede resolver unilateralmente el PEN; necesita la colaboración de todos los niveles de gobierno. Solo para lograr un sistema tributario amigable con la competitividad de la producción nacional debe haber una buena coordinación entre la Nación, las provincias y los municipios.
El papel del Estado nacional y provincial es clave en seguridad, infraestructura, educación, ciencia y tecnología. Ningún resultado electoral, aunque muy favorable al gobierno puede resolver la necesidad de alianzas políticas con la oposición para llevar a buen puerto una Argentina estable y previsible.
Si ese fuese el verdadero objetivo del plan del gobierno, tener más diputados y más disciplinados, no cambia nada. Pero sus planes no pasan por esos objetivos, visibilizado en el permanente desprecio que manifiesta el gobierno hacia todos los que no se someten a sus arbitrios. No negocia; captura. Desprecia hasta a los que lo apoyan (MM y otros). Deberían tomar nota quienes, tal vez de buena fe, quieren ayudar al gobierno, sin someterse. El gobierno enmascara con enfoques economicistas sus verdaderas metas políticas y marcha decidido hacia otro destino.
Por ahora todo sigue funcionando, hasta que, finalmente, el principio de revelación, o la realidad, se imponga.