Las fuerzas del cielo de Milei en ayuda de Trump

Hay dos maneras de analizar la victoria de Donald John Trump (la J era de John). La local, o sea lo que significa para Argentina, que por supuesto solo le importa a la Argentina. Y la importante, lo que implica para todo el mundo.

Por Fabián Doman – Aclaración preliminar (que nadie tiene porque creerme ni tengo como probar). Estas líneas se escribieron antes de la elección del martes. Este periodista, cargado de datos, y de encuestas, y de proyecciones, y de analistas, solo ponderó un dato: a Milei le convenía que ganara Trump. Y como Milei está tocado en este momento, y remarcarnos, en este momento, por la varita mágica, era obvio que ganaría Trump. Solo por hecho de que le convenía a Milei.

Disculpen el ombligismo de la teoría, pero funcionó (la teoría en formato de síntesis, es que Milei tiene más culo que cabeza, y con el pelo batido con spray más patillas a lo Menem, que mostro esta semana, la comparación no es menor).

Hay dos maneras de analizar la victoria de Donald John Trump (la J era de John). La local, o sea lo que significa para Argentina, que por supuesto solo le importa a la Argentina. Y la importante, lo que implica para todo el mundo.

Vamos rápido, así nos sacamos el tema del encima: es una gran noticia para Javier Milei. Se le abrieron las puertas de otro cielo, puede recibir dinero fresco del Fondo Monetario (al revés de lo que creen todos los analistas), está peleando una foto con Donald Trump antes del fin de semana, será recibido con todos los honores en la Casa Blanca (este año lo vio a Joe Biden solo en un G7 como uno más) y es probable–y esto no es chiste, – que Trump se saque una foto con Milei y una motosierra, o que el flamante Sturzzenger del nuevo gobierno republicano, Elon Musk haga lo propio.

Para Milei se consagran las relaciones exteriores “unilaterales”, o sea solo con Estados Unidos. Habrá contactos con el resto del mundo (Italia etc.) y se acompañará a Israel en todo, pero la historia pasará entre Buenos Aires y Washington.

Todo esto que acabamos de medio describir y medio de presagiar tiene una pequeña, imperceptible y minúscula letra chica. Si no ocurre, sería gravísimo para Milei. Porque la traducción es que Trump, que no puede ser otra cosa que amigo de él, no le daría pelota por trucho. Como somos de naturaleza optimista, esperemos que todo lo bueno venga para Milei y Argentina.

Ahora vamos a lo importante. Lo que significa Trump dentro y fuera de Estados Unidos. No va a parar ninguna guerra en 24 horas después que asuma. En la materia dejo un problemón irresuelto, en Afganistán, cuando estaba más ocupado de defender a los delirados que querían tomar el Capitolio, en enero del 20, que en demorar la guerra y la llegada un año después de los talibanes a Kabul. Ni tampoco va a abandonar a Ucrania a la suerte de su amigo Vladimir Putin, ni va a negar la política de los dos estados en Medio Oriente: Israel y Palestina.

Pero si va a tratar de que se corten los dos conflictos actuales y el latente que nadie mira, lo antes posible. Los dos originales son Rusia-Ucrania e Israel y Medio Oriente. El que nadie mira es China vs. Taiwán.

Que hará para que los dos problemas bélicos se calmen, lo saben él y su almohada.

 

Donald Trump: ¿por qué ganó?

Comencemos por el principio y por el final. La victoria de Trump tiene números histórico: ganó en el voto popular –algo que los republicanos lograron solo dos veces en 36 años, los Bush padre e hijo, 1988 y 2004- tendrá mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado. Más la Corte Suprema (entre nosotros, el sueño de Milei).

¿Por qué ganó? Porque los norteamericanos sienten que vivían mejor con él, hace 4 años. Sobre todo, por el precio de los bienes: desde un Tic-Tac (Trump hizo campaña literal con una cajita) hasta la gasolina, pasando por un tractor en el campo, hasta la ropa, sin olvidarnos del litro de leche. Si bien los números de la economía Biden fueron muy buenos este último año y medio, la cosa estaba jugada, por algo que se llama percepción. El diario El País planteó muy bien el tema en una nota la semana pasada bajo el título ““Estados Unidos, la nación rica que se siente pobre”. Síntesis: Biden y su mal gobierno, según la percepción de la mitad más a uno del país era insalvable, no importa quien fuera el candidato y los demócratas tenían que irse de la Casa Blanca. Cuando le preguntaban a la gente si el rumbo del país era el correcto, la respuesta era solo 29%. El 58% decía que no. ¿Qué candidato oficialista podía dar vuelta esa lógica? Mandrake.

Debajo de los resultados electorales hubo movimientos sociales muy fuertes. Los negros –sobre todo hombres- y los latinos-hispanos dejaron de ser un coto de caza demócrata. Trump aquí jugo su segunda carta más fuerte: al plantear que los inmigrantes son el problema de todo, los considero “WASP” (White, anglosajón, protestante, el voto blanco clásico), los hizo sentir parte. “Ustedes son como nosotros” seria la idea. Y la compraron. No para para votarlo masivamente, de hecho, perdió en ambos segmentos, pero por una cifra menor y lo que es más importante, para que no voten por Kamala Harris.

¿Qué se puede decir de Harris? Arrancó con todo. Le dio vida a un partido y una candidatura demócrata que estaba 5 puntos abajo. Hizo todo bien hasta la convención y el debate. Y como todo candidato que gana el debate, se desinfló. Y como parte de este colectivo demócrata que no arriesga, terminó derrotaba por la literalidad y sobre todo por no salir de los límites de lo políticamente correcto.

La falta de audacia (y de carisma) fue terrible. Las ganas de ser la ganadora moral la pudieron.

Dato: si queres ganar una elección, perder el debate. La gente se encariña con el menos preparado, el que dice cualquier cosa y el que no tiene respuestas. Es lo que está de moda hoy.

Trump es un Milei a la décima. Ha dicho de todo, de todo de todo el mundo. No alcanzarían 1000 páginas para enumerarlas. Es geminiano del 1946. Nació 10 días después que nuestro Perón comenzara su primer gobierno. Es perro de fuego en el horóscopo chino, lo que significaría que es (sic) “un símbolo de protección y fidelidad y que son leales, honestas, valientes, amistosas, intuitivas y amantes de la familia”. Cualquier reclamo al respecto, escribir a la embajada china o preguntarle a Jorge Asís.

Pero tampoco Trump, ojo, es tan parecido a Milei. Los jóvenes no son fuertes, sí los hombres. Es proteccionista, va a bajar impuestos y no está por ahora preocupado por el déficit fiscal que es más del 100% del PBI. Lujos de ser la primera potencia del mundo.

Los demócratas hasta sacaron a Obama a la cancha al final de la campaña. Fue lo peor. Porque confirmó que la cosa venia mal. Obama dicen que se quejó en privado de por qué los hombres afroamericanos no votaban por Kamala. ¿Por ser mujer? ¿por el gobierno de Biden? No sabemos, pero hay realidades que hablan por sí solas: Hillary es rubia y tampoco la votaron. ¿Será que los norteamericanos, los dueños de la democracia, cuyo sistema de elección de gobernantes, prácticamente inventaron al final del siglo XVIII y derramaron en Occidente tienen un sistema que merece un refresh o lo que es más interesante para pensar, no se bancan a una mujer presidente?

En este momento hay gente en Estados Unidos festejando y hay otra mitad preocupada. La portada de la prestigiosa The New Yorker de esta semana, en un presagio de los resultados, muestra a la Estatua de la Libertad, caminando sobre una delgada cuerda tratando de hacer equilibrio. Ese es el desafío de Trump y también de EE.UU. Que la democracia y la república sigan intactas. Y no se caigan de la cuerda floja.