Alguien que le avise a Milei

“Como que no registra”. En algunos funcionarios del Gobierno ha empezado a instalarse un paulatino ánimo de preocupación.

Por Javier Calvo – Excede a las dificultades cotidianas de la gestión, frente a una crisis que lejos está de dar algún respiro. Lo que más los inquieta en estas últimas semanas es el desapego que detectan en el presidente ante las primeras señales de un incipiente malhumor social.

Estudios de opinión pública que son leídos con atención en la Casa Rosada y en Olivos dan cuenta de una caída sin estrépito en la imagen positiva de Javier Milei. Registran como posibles influencias el veto al aumento jubilatorio, el alza del boleto de tren y la anunciada cancelación de un mayor presupuesto para las universidades.

Esas medidas pueden enmarcarse dentro del “mayor ajuste económico de la historia universal”, como se vanagloria el jefe de Estado.

Sucede que han ido acompañadas por errores no forzados que tensan aún más el vínculo con una sociedad que sufre hace mucho tiempo. Demasiado.

Allí se encuadra, por ejemplo, el agasajo con un asado en la quinta presidencial a quienes avalaron en Diputados el veto al incremento de las jubilaciones (una decisión personal de Milei, según fuentes oficiales). La fanfarria por cadena nacional con la que un domingo a la noche el presidente presentó el Presupuesto 2025. O el vaticinio de que podría haber cortes de electricidad en el verano.

Las mismas actitudes que con viento a favor pasan de largo, pueden ser tomadas como una provocación en medio de la irascibilidad en ascenso. Y no en los núcleos duros, que respaldan o condenan sin condiciones, sino en los sectores menos férreos, políticamente hablando.

En este clima, esta semana se multiplicaron los síntomas de reacción disociada en la cúspide del poder, que causaron desasosiego en ciertos despachos oficiales, que jamás lo harán público.

Arrancó con el exultante toque de campana de Milei en Wall Street y su discurso refundacional ante la ONU. Lecciones globales en medio de las penurias hogareñas, otro clásico de la dirigencia argentina.

El escenario armado en Nueva York coincidió con los incendios que devastaron Córdoba y angustiaron a miles de sus habitantes. Imprevistamente, el presidente decidió viajar a la provincia a su regreso de Estados Unidos.

El periplo se limitó a arribar en helicóptero a una reunión cerrada con parte de su Gabinete y el gobernador Martín Llaryora (¿hacía falta que el anfitrión le diera un regalo en esas circunstancias?). Sin anuncios, sin saludar a los bomberos que lo esperaban. Pero lució un camperón militar, eso sí. Ni el ministro Luis Petri, tan afecto a los vestuarios cinematográficos y parte de la comitiva, se animó a tanto.

Para peor, se hizo eco de una fake news de las redes libertarias, según la cual los incendios fueron provocados por gente de La Cámpora que había sido detenida. El Ministerio de Seguridad provincial reconoció las detenciones, pero negó vinculaciones partidarias. Los medios cordobeses, insospechados de kirchneristas, fueron impiadosos con la visita.

Al día siguiente, tal como estaba previsto, el Indec informó que hasta el primer semestre de este año había en nuestro país casi 25 millones de pobres (52,9%) y 8,5 millones de indigentes (18,1%), un subidón respecto al año pasado y récord desde 2003.

El Gobierno, como hacen todos, culpó a la herencia recibida por estos datos dantescos. Es debatible cuánta responsabilidad le cabe a cada gestión, aunque es un crédito que en algún momento –justificadamente o no– la sociedad deja de otorgar.

Lo que resulta indiscutible es la escasa falta de timming ante la difusión de esos números. Exactamente a la misma hora que el Indec había fijado que iba a dar esa información tan sensible, las 16 horas, el presidente y su hermana Karina recibían en la Casa Rosada a Susana Giménez, con quien se fotografiaron y salieron a saludar al balcón que da a Plaza de Mayo. “Fue una coincidencia, no se intentó tapar nada”, aclaró un funcionario. Menos mal. La conductora grabó en ese momento la entrevista a Milei para su programa de TV dominical. ¿Pertinente?

 

Gobierno con viento de frente

Otra excusa televisiva lo puso al presidente al filo de otra desconexión con la cruda realidad. El viernes a la noche, en un local de Palermo Hollywood, fue convocado por su pareja, Amalia “Yuyito” González, para participar del festejo por las doscientas emisiones del programa que conduce. A último momento decidió bajarse del convite. Algo es algo.

Hay más. Este sábado 28 Milei encabezó un festivo y enérgico acto en Parque Lezama.

El propósito: celebrar junto a sus fieles que La Libertad Avanza se encamina hacia la personería jurídica, lo que le permitirá presentar candidaturas o tejer alianzas sin depender de sellos ajenos, como fue hasta ahora. Más allá de los discursos y la escenografía a las que el líder libertario nos tiene acostumbrados, ¿es ésta la ocasión para esta suerte de inicio de la campaña electoral oficialista? ¿Eso no era propio de la casta?

Argumenta Mario Riorda, experto en comunicación política, al analizar centralmente lo que ocurrió en Córdoba, su tierra natal: “En momentos así, la extravagancia, la insensibilidad y la indolencia ya no son una rareza o cosas del estilo de gobernar. Se vuelven un daño y una provocación. En crisis, más que pilotos de tormentas, el rasgo más valorado es el gesto de humanidad, la contención humana. Estar ahí. La compasión presupone sensibilidad. No es un juicio. Es valorar la profundidad y legitimidad de un sentimiento, aún el de impotencia”.

La observación podría abarcar a esta llamativa sucesión de episodios descriptos. Hay sobrados ejemplos en el pasado de que cuando la gestión es valorada, este tipo de gestos pasan al rincón de las anécdotas. Pero cuando el clima se enrarece y se disparan las demandas o la insatisfacción, pueden ser disparadores de algo peor. Alguien que le avise a Milei. Antes de que sea tarde.