El camino de la confrontación permanente

En los últimos tiempos la discusión política abandonó los ámbitos institucionales para pasar a otros donde rige el “todo vale”.

Esas batallas interminables y sin códigos, con temas que poco tienen que ver con mejorar la calidad de vida de los jubilados, la educación pública, o lo que los niños comen, no les hacen bien al país.

Por Víctor Colombano – Aquella política pensada como instrumento para cambiar la vida a las personas, como un intercambio de opiniones racionales hasta llegar a acuerdos beneficiosos para nuestro país, la consolidación de partidos políticos para darle continuidad institucional a la democracia, entre otras cosas, parece haberse tomado un descanso.

Desde un tiempo a esta parte, y profundizándose desde la llegada de Javier Milei al poder, la discusión política sale de los ámbitos institucionales. Se realiza en lugares inusuales hasta el momento. Se confunde el debate político con la lucha interna de poder, impidiendo así llegar a soluciones de gobierno.

La descalificación toma una centralidad inédita en la actividad política tanto para los adversarios como para los propios. La misma comienza su derrame en las redes sociales, que en muchas ocasiones es proyectada por las más altas esferas políticas y luego pasa a los medios tradicionales de comunicación.

Concretamente, cuando el presidente comienza con la descalificación sin distinción de adversarios internos, externos, medios de comunicación o hasta incluso comunicadores, la misma repercute en todas las redes sociales. Allí parece ser donde se discute hoy la política por los voceros mediáticos institucionales. ¿La forma? Lo más virulenta y descalificadora posible.

Milei gobierna con dos ideas centrales macro económicas: derrotar la inflación y el equilibrio fiscal, a cualquier costo social. Por lo tanto, descalifica de una manera feroz a quienes plantean objeciones, otras opciones, alternativas u oposiciones a sus ideas sin importar de qué sectores provenga. El presidente cancela así cualquier forma de discusión de ideas o de diseño económico y político alternativo.

Los libertarios prefieren dar discusión política en ámbitos inusuales, donde ellos se sienten más cómodos y pueden así esquivar y no profundizar en los problemas que hoy atraviesa nuestro país. Los legisladores afines al gobierno libran batallas mediáticas interminables con temas que poco tienen que ver con mejorar la calidad de vida de los jubilados, de mejorar la educación pública, o que los niños almuercen y cenen todos los días.

 

Cómo sería si Milei no fuera Milei

¿Cómo cancelan la discusión y el intercambio de ideas? Lo solucionan con agresiones, retoricas sin sentido ni sustento sólido, descalificaciones y medidas disciplinarias entre ellos. No parece ser algo nuevo en la política, pero si debemos reconocer un gran nivel de profesionalismo en la persecución, agresión a periodistas, intervención en el sistema de inteligencia realizando actividades no propias para lo que fueron creados. Lo inusual era ver al presidente vapuleara periodistas, agredir a empresarios, políticos y a todos los que se le crucen por su camino. Y atrás de esto, cientos de trolls afines haciéndose festines de críticas y descalificaciones. A esto si podemos considerarlo algo novedoso en la forma de hacer política.

Todo esto profundizó aún más la grieta, y hoy el “ellos o nosotros” esta más vivo que nunca, y podría decirse que es la motivación del sector de la política que conduce los destinos de nuestro país.

La llegada de Javier Milei a la presidencia marca un momento decisivo en la historia política del país, uno que ha generado preocupaciones sobre la institucionalidad y llama a reflexionar sobre la fortaleza del sistema democrático en nuestro país.

Por todo lo que venimos describiendo, desde su asunción se han observado cambios que remiten a un fenómeno de decadencia en la política. Desde legisladores que visitan a represores detenidos por delitos de lesa humanidad, hasta la represión en las manifestaciones, donde cada vez son más duras. No importa si sos adulto mayor o un niño, la represión te llegara igual.

Su retórica de rechazo hacia el sistema político tradicional puede ser vista como un ataque a las estructuras democráticas. Este enfoque ha sido evidenciado, por ejemplo, en sus declaraciones contra el Congreso y su intención de limitar el acceso a la información pública y en el rol de los sindicatos, aspectos que son pilares del sistema democrático en la mayoría de los países con tradición política consolidada.

La intención de Milei de concentrar el poder es un sendero que debilitara no solo a los partidos políticos, sino también a las instancias de control y supervisión necesarias para el funcionamiento democrático.

El camino de Argentina no puede ser la confrontación permanente. El dialogo y los acuerdos políticos tienen que prevalecer al odio, a los insultos y a la descalificación. La política argentina enfrenta un período de incertidumbre marcado por la polarización, la deslegitimación de las instituciones, y un cuestionamiento general de la cultura democrática.

El futuro de la política argentina dependerá de la capacidad de sus ciudadanos y líderes para salvaguardar la democracia en un contexto de desafíos sin precedentes.

Tenemos que rescatar que la política es el vehículo indispensable para la transformación de un pueblo y la construcción de ciudadanía. Cuando la búsqueda del poder es a cualquier precio, y se basa en el agravio y la descalificación, te lleva a la injusticia. Tenemos que vivir la política como un servicio a la comunidad. De lo contrario, se transformará un instrumento de marginación y destrucción colectiva.