Por Walter Schmidt – Hasta allí, podría tratarse de un episodio más de convivencia política y racionalidad en Canadá, Finlandia, Alemania o en Uruguay. Lo llamativo es que ocurrió en la Argentina, y fue protagonizado por los libertarios y los kirchneristas, ideológicamente en las antípodas.
“Ese veto con el que no hay que enojarse compañeros. El presidente fue elegido por el 56% de los votos el 22 de noviembre y el veto es una facultad constitucional. Hay que dejar de patalear, hay que ponerse a construir”, aseguraba el viernes Máximo Kirchner en un acto al estilo macrista como las conferencias de TED, sobre la decisión de Javier Milei de vetar la ley que aumentaba las jubilaciones.
Después vendría la devolución de gentilezas a través del vocero presidencial Manuel Adorni, que en la red X reaccionó a lo dicho por el hijo de Cristina Kirchner: “La vio. Fin”.
Lo sucedido es la tercera foto de un film en proceso. La primera podría ser aquél intercambio de tuits entre Cristina exigiéndole al presidente que gestione más, y Milei enrostrándole su falta de conocimiento en economía.
La segunda imagen, la del oficialismo negociando con el kirchnerismo para la aprobación del pliego de Ariel Lijo a la Corte Suprema. En esa faena se sindicaba a Santiago Caputo y a Eduardo de Pedro, a partir del conocimiento entre ambos porque en su tarea de consultor, el asesor presidencial había colaborado con la breve campaña de “Wado” como postulante presidencial en 2023. Todo quedó stand by porque Lijo y la negociación tuvieron una masiva repercusión y resultaba muy difícil de explicar para el Gobierno su correspondencia con los K.
Estas imágenes refuerzan la idea de que Milei y Cristina decidieron ocupar el ring, y ambos se sienten cómodos sin Mauricio Macri. Una estrategia que desde el inicio predicó Santiago Caputo, la de dos coaliciones, una JM y otra CFK. Los libertarios creen que no hay nada mejor que el contraste con los K. Las huestes de Cristina, siguen apostando a que Milei termine antes su mandato.
El polémico asado al que el libertario invitó a los diputados que no votaron a favor del aumento de jubilados a Olivos, tuvo varias aristas controversiales. La que generó el debate es que puede ser interpretado como una celebración por haber bloqueado un incremento a uno de los segmentos de la sociedad que más lo necesitan.
Otro punto es que empieza a tomar forma aquélla coalición de centroderecha encabezada por Milei, al sumar en la velada a 25 de los 38 diputados del PRO, a radicales y a legisladores peronistas de Tucumán. En una clara ruptura en los tres partidos que podrían desgajarse con la posible participación en una alianza electoral en 2025 o en 2027 con La Libertad Avanza.
El año próximo también significará una sangría de varios diputados que hoy integran la Cámara Baja y que dejarán sus bancas. A Hernán Lombardi, Diego Santilli y María Eugenia Vidal, que estuvieron en el asado, se le vencen sus mandatos. Lo mismo para los radicales Rodrigo de Loredo, Julio Cobos, Facundo Manes y Martín Tetaz; los lilitos Juan Manuel López y Paula Olivetto; así como Ricardo López Murphy, Emilio Monzó, Florencio Randazzo y Margarita Stolbizer. ¿De qué lado estarán?
Y el tercer elemento polémico fue gastronómico: el asado. Más allá de las encuestas, la reacción que se replicó en las redes y en consultas mediáticas en los segmentos sociales más golpeados por el ajuste, que el propio Milei califica como el más grande de la historia de la humanidad y la Fundación Mediterránea lo ubica en el más profundo de los últimos 65 años, fue que más allá de quien lo pagó, funcionarios y políticos pueden comer a mitad de semana un asado que muchas familias no pueden afrontar ni siquiera un domingo. Una modestísima parrillada en casa con asado, chorizos, morcilla, pan, ensalada, un vino, una gaseosa y alguna fruta, para dos adultos y dos menores no baja de los 40-50 mil pesos.
“¿No entiendo dónde está la falta de empatía con los jubilados al comer un asado?”, se preguntó el portavoz Adorni. Que supuestamente la hayan pagado los invitados como reacción a las críticas cuando empezó a circular la idea de un asado, no convalida el ágape. Quizás la falta de empatía esté relacionada con mostrarse cenando una comida que muchos argentinos hoy no pueden consumir, aunque paguen como ciudadanos los sueldos de funcionarios y legisladores.
Ocurre que el Gobierno ha ingresado a una zona gris en la cual puede mostrar aciertos económicos como la baja de la inflación y el control del tipo de cambio, pero no puede aún traducirlo en más dinero en el bolsillo de la gente y ese compás de espera está abierto.
“El del Gobierno es un esquema muy segmentado favoreciendo a sectores que no son generadores de empleo. Y la percepción es de desgaste de la sociedad sobre el rumbo económico, pero eso no quiere decir que se vaya a traducir en un hecho político-electoral, sobre todo porque la oposición está atomizada”, reflexiona un respetado economista que integró años atrás el equipo del Palacio de Hacienda.
Convencido de la fórmula baja de inflación + déficit cero, el Gobierno sabe que el resultado que busca vendría con un índice de precios consolidado entre 0 y 2%. Por eso, muchos estiman que en el último trimestre sería poco probable llegar a ese guarismo, en especial porque diciembre presenta cuestiones estacionales.
El otro problema que afronta Milei es a la hora de generar expectativas en la población: no tiene un relato esperanzador. El discurso del libertario contempla más a los actores con decisión económica que a quienes vienen sosteniendo el ajuste.
Algo similar ocurre con el aspecto político. Hacia adentro, es posible que le sea útil a Milei la confrontación con Cristina, y ambos sectores se vuelvan funcionales el uno al otro. Pero también es cierto que ambos reflejan dos modelos muy distintos: desregulación o intervención del Estado; precios libres o precios controlados; RIGI o menos beneficios a inversores; reglas intocables o reglas circunstanciales; menos o más carga impositiva; Estados Unidos e Israel como socios principales, o China, Brasil y Venezuela; menos o más Estado.
No resulta casual que la petrolera malaya, Petronas, entre los argumentos que pone como justificación para no invertir los US$ 30 mil millones en una planta de GNL en Río Negro, una inversión a mediano y largo plazo, haya mencionado la confrontación política. Cualquier empresa evaluará ese factor, en particular si se trata de dos espacios políticos que proponen distintas reglas de juego, sin continuidad ni consenso. Para algunos, si la oposición a Milei es Cristina Kirchner, no hay certidumbre a largo plazo.