Javier Milei y Cristina Kirchner, en busca de la fórmula política

El presidente entre el rol de profeta y rey; de la negociación con el Congreso a la puja con los gobernadores; los reparos de Gita Gopinath al programa de Caputo; Tierra del Fuego y una versión escandalosa sobre Massa: ¿quién es José Jabbaz?

Por Carlos Pagni – Si tuviéramos que encontrar una palabra para caracterizar el clima que se vive en la política, durante todo un ciclo que arrancó a mediados del año pasado, sería desconcierto. No solo en la sociedad, que ve cómo se construye una escena de poder inesperada, sino en los propios protagonistas de la dirigencia política. Hay desconcierto en el peronismo por una derrota muy importante. Si uno mira la trayectoria de ese partido a lo largo de la historia, podría calificarse hasta de derrota histórica. Hay desconcierto -uno superior al del peronismo- en Juntos por el Cambio porque se supone que era la alternativa al peronismo y fue desplazado de ese lugar. El electorado eligió otro instrumento para cambiar de gobierno y castigar a la administración anterior. Y hay desconcierto en los integrantes del propio Gobierno, ya que no pensaban llegar, no creían que iban a gobernar. Nadie se preparó en el último año para semejante velocidad en el ascenso de Javier Milei a la plataforma del gobierno.

Este desconcierto produce mutaciones en las personas. Cada uno está buscando su lugar, su discurso, y entre todos el más destacado en esa búsqueda es el propio Milei. Podríamos recurrir para caracterizar lo que está pasando en la personalidad del presidente, y tal vez a él le gustaría, a categorías bíblicas. Milei ha puesto de moda la religión para metaforizar y darle un lenguaje a la política. Un texto de un gran teólogo argentino llamado Gonzalo Zarazaga señala que hay dos tipos de modalidad de liderazgo. Si uno mira el Antiguo Testamento hay dos figuras centrales para encarnarlo: una es la del profeta, aquel que señala lo que va a venir y hacia dónde vamos; y el otro papel es el del rey, el que gobierna.

El profeta señala un horizonte que, en general, la mayoría no percibe o no imagina. Es también quien dice lo que falta por hacer. Es el que, muchas veces en términos apocalípticos, denuncia lo que está pasando, corre el velo.

Daría la impresión de que Milei, durante todo este tiempo, ha tratado de encarnar ese rol. Es el Milei de Davos. Mucha gente se preguntó: “¿Y por qué no fue a presentar su plan de Gobierno, a vender el país o buscar inversiones?”. Pero no, él fue a Davos con un mensaje profético para todo Occidente. Tiene un aporte desde esa postura. El presidente se encarga de mostrar un submundo que había por debajo de la política, al que accedíamos los que estamos muy vinculados al fenómeno. Milei ha sacudido el árbol. Por supuesto, muchas veces asume ese rol de profeta como un iluminado, como el dueño de la verdad, característica peyorativa, autoritaria, lo contrario de lo que uno espera de un líder liberal. Un ejemplo es la forma en la que se ensaña con los periodistas, como Martín Rodríguez Yebra y Marcelo Bonelli, con una descalificación que supone que hay un error en aquel que solo mira distinto y piensa distinto.

Hay otro rol si uno consulta la Biblia: el rey. Tiene que tener en cuenta hacia dónde quiere ir, pero al mismo tiempo tiene que implementarlo. Se le piden resultados. No alcanza con que muestre los problemas, los tiene que resolver. Y para resolver tiene que negociar, tiene que tener algún sentido práctico, coordinar voluntades y entender el punto de vista del otro. Estas son algunas cosas de las que el profeta está relevado de hacer. Estamos viendo entonces que Milei transita por una especie de mutación de profeta a rey. Está buscando su fórmula política. Cristina Kirchner también está buscando su fórmula política, igual que Mauricio Macri. Este país estuvo dominado por una ecuación nítida desde el 2008 en adelante: kirchnerismo-antikirchnerismo; peronismo-antiperonismo. Esa forma de entender el juego explica menos ahora. Y para gobernar hay que encontrar otra ecuación.

En las últimas horas, el vocero presidencial, Manuel Adorni, mostró el borrador que el mismo Milei garabateó para el discurso del viernes pasado. ¿Cuál es la lógica del gráfico? Milei piensa: “Tengo proyectos como la ley y el DNU que no me importa tanto si salen o no. El objetivo principal de aquellas iniciativas es mostrar una realidad, revelar, correr el velo”. Por lo tanto, desde este punto de vista, no hay derrota. Pero a un gobernante sí se le piden éxitos, no alcanza con mostrar la realidad. Lo bueno sería que lo que se propone lo ejecute, que haya un éxito de realización. Y eso se le pide al rey, no al profeta.

Les dejo el “modelo” del discurso hecho por el propio presidente de la Nación como base del discurso que luego brindó ante la Asamblea Legislativa.

Ahora estamos viendo un giro. En la alocución ante el Congreso propuso cosas concretas: un acuerdo fiscal con los gobernadores y un paquete de leyes aprobadas. Hay una especie de ilusión en la que pareciera que todo gira en torno a Milei. El piensa: “Cambio las leyes que se aprueban por un paquete de medidas y de objetivos que también formulo yo”. No está el otro en ese acuerdo. Es muy probable que no se pueda realizar así y que él tenga que negociar.