Renuncia, amenazas de revolución y la caída de la bandera comunista

El 25 de diciembre de 1991 Mikhail Gorbachov anunció su renuncia en un discurso televisado en directo que cerró más de 74 años de historia soviética

La gente que caminaba por la nevada Plaza Roja de Moscú la tarde del 25 de diciembre de 1991 presenció uno de los momentos más decisivos del siglo XX: la bandera roja soviética que ondeaba sobre el Kremlin se arrió, y la tricolor de la Federación Rusa ocupó su lugar.

Apenas unos minutos antes, el presidente de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachov, había anunciado su renuncia en un mensaje televisado en vivo que puso fin a 74 años de historia soviética.

En sus memorias, Gorbachov lamentó con acritud no haber podido prevenir el fin de la URSS, un suceso que cambió el equilibrio de poder del mundo y sembró las semillas de un tira y afloja aún abierto entre Rusia y la vecina Ucrania. “Aún lamento que no pude controlar el barco para calmar las aguas, no reformé por completo el país”, escribió Gorbachov.

Aún hoy, los expertos en política siguen discutiendo si podría haberse mantenido en el puesto y salvar a la URSS. Algunos alegan que el ex presidente, que asumió el poder en 1985, podría haber evitado la ruptura de la Unión Soviética si hubiera actuado con más decisión para modernizar la anémica economía controlada por el gobierno y al mismo tiempo mantenía un control más férreo del sistema político.

“El colapso de la Unión Soviética fue uno de esos acontecimientos en la historia que se creía que eran impensables hasta que se volvieron inevitables”, dijo a la agencia AP Dmitri Trenin, director del Centro Carnegie de Moscú. “La Unión Soviética, fueran cuales fueran sus posibilidades de largo plazo, no estaba destinada a desaparecer cuando lo hizo”.

Pero para el otoño de 1991, los problemas económicos y los movimientos secesionistas de repúblicas soviéticas habían hecho el colapso casi seguro. Un golpe de Estado fallido en agosto de 1991 por parte de la vieja guardia comunista sirvió de catalizador, al erosionar de forma drástica la autoridad de Gorbachov y animar a más repúblicas soviéticas a buscar la independencia.

Aunque Gorbachov intentó con desesperación negociar un nuevo “tratado de unión” entre las repúblicas para preservar la URSS, encontró una fuerte resistencia en su archirrival, el líder de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, que deseaba tomar el control del Kremlin y tenía el apoyo de otros líderes de repúblicas soviéticas con ideas similares.

El 8 de diciembre, los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se reunieron en una residencia de caza, dieron por muerta a la URSS y anunciaron la creación de la Comunidad de Estados Independientes. Dos semanas más tarde, otras ocho repúblicas soviéticas se sumaron a la alianza recién formada y plantearon un difícil dilema a Gorbachov: renunciar o tratar de evitar la ruptura del país por la fuerza.