Kaliningrado, el enclave ruso en Europa lleno de misiles que quedará rodeado por la OTAN

La región que se inserta entre Polonia y Lituania es una de las zonas más militarizadas de Europa, sede de la Flota del Báltico rusa y base de los inalcanzables misiles Iskander

Rusia se ganó la reprobación, como mínimo, del resto del mundo por su invasión a Ucrania. Y los gobiernos europeos están en alerta roja para auxiliar a los ucranianos y evitar, al mismo tiempo, un derrame de sangre sobre otros países. Pero Moscú tiene un caballo de Troya en pleno territorio enemigo: Kaliningrado.

Kaliningrado emerge de las brumas del Mar Báltico, al norte de Europa, en cada nueva crisis entre Rusia y Occidente. Es decir que surge seguido. Enclavada entre Lituania y Polonia, dos países de la OTAN, y a 450 kilómetros de la frontera rusa, la región está saturada de misiles, tropas, barcos y aviones: un polvorín a un chispazo del infierno.

Lo que parece una inminente incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN tras décadas de neutralidad vuelve todavía más complejo el equilibrio geopolítico en la zona del Mar Báltico, ya que Rusia lo considera una amenaza a su seguridad.

Si se concreta el ingreso de estos dos países, el 90% de los 8000 kilómetros de costa del Báltico corresponderá a países de la OTAN (Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Alemania, Dinamarca, Suecia y Finlandia), y Rusia conservará los 200 kilómetros que tiene en el enclave de Kaliningrado.

“El Mar Báltico se convertirá, efectivamente, en un lago de la OTAN”, dijo Andrey Kortunov, jefe del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, un centro de estudios en Moscú que está afiliado al Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, según consignó la BBC.

Kaliningrado es la cuna del ámbar, y de sus canteras se extrae el 90% de esta piedra preciosa de origen vegetal que circula en el mundo. Pero también es la base de la Flota del Báltico de la Armada rusa, y la plataforma de lanzamiento del misil Iskander, otra joya de la zona, pero ahora desde la mirada de la tecnología militar. También hay informes no confirmados de que en este enclave hay armas nucleares.

“El misil Iskander localizado en Kaliningrado tiene un rango que casi cubre toda Europa Occidental y en esta región no hay defensas”, sentenció el comandante Eberhard Zorn, la máxima autoridad militar de Alemania, en una entrevista con la prensa de su país. Zorn sugirió la necesidad de adquirir sistemas defensivos de Israel y Estados Unidos, dos países que sí cuentan con esos dispositivos.

Por esas cosas de las guerras, esta región con mucha historia al borde del Báltico cambió de manos en 1945, tras la derrota total de los nazis. Entonces era de otro país, Alemania. Y su capital tenía otro nombre, Königsberg. Tras la debacle de las tropas del Führer, el avance soviético y el reparto de zonas de influencia entre los vencedores, la región quedó del otro lado de la Cortina de Hierro.

La región se sovietizó de manera trashumante: el 80% de la población alemana fue expulsada, y en su reemplazo llegaron migrantes traídos de distintos puntos de la inmensa URSS. Gobernar es poblar, pensó sin duda Joseph Stalin, el líder soviético que orquestó la anexión del enclave. Poblar de rusos, claro, y de los pueblos sometidos a Moscú. En esa transformación a la hoz y el martillo, Rusia ganó acceso a un puerto perfecto para sus buques de guerra en el norte de Europa, porque sus aguas permiten la navegación todo el año. Fue un factor crucial en la decisión de Stalin de incorporar la región a su órbita.