Crisis migratoria alimenta a «coyotes» de Bolivia y Chile

Unas 27 personas murieron en 2021 en la zona inhóspita de la frontera chileno boliviana

Se cree que con el tiempo se descubrirá que muchas más personas fueron devoradas por el desierto. El Arzobispado de Santiago presentará testimonios de esta tragedia el 18 de mayo en un documental

Los ‘coyotes’, como se conoce a los tratantes de personas que lucran con la necesidad de miles de migrantes, han proliferado en la inhóspita y árida región donde está el paso fronterizo Pisiga-Colchane que vincula a Bolivia y Chile. Cada día pasan por allí hasta 500 personas, la mayoría de ellos venezolanos, que pagaron “un alto costo” para escapar de la pobreza.

“Hay gente que les cobra hasta unos 90.000 pesos chilenos (unos Bs 734) para llevarlos desde la frontera hasta Iquique, que son 236 kilómetros, cuando eso es lo que cuesta viajar, ida y vuelta, desde Colchane a Santiago, la capital, que está a más de 2.000 kilómetros”, explicó a EL DEBER el profesor Mauricio González que enseña a los niños de Colchane hace 33 años. “Nunca en mi vida he visto una tragedia y una crisis de estas dimensiones”, apuntó.

En muchos casos, los migrantes no tienen esos recursos y optan por caminar esos 236 kilómetros. Muchos no llegaron a destino y murieron con hipotermia o golpeados por la falta de alimentos.

En muchos otros casos, los ‘coyotes’ solo cobran por mostrar a los migrantes la ruta “para pasar al frente” y allí los dejan. Chile restituyó este año las zanjas y militarizó el control de cuatro municipios fronterizos, pero eso no frenó la crisis humanitaria que se agravó con las protestas en Iquique, precisamente, contra la migración.

Colchane es una comuna formada por unas 1.550 personas, la mayoría de ellas de origen aimara. La densidad geográfica de esa zona es de un habitante por cada cuatro kilómetros y es, por lo tanto, una de las menos pobladas de la región. En Pisiga había 718 habitantes en 2021, de acuerdo con las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE).

González contó que esta explosión migratoria estalló en los últimos tres años, pero se agravó por efecto de la pandemia. Contó que en 2021 “todo el pueblo colapsó” por la falta de servicios higiénicos, alojamiento y comida. En menos de dos días, la cantidad de migrantes duplicó a los habitantes de Pisiga y de Colchane. Eso sí, hubo gente que se benefició de la necesidad. “Muchos, tanto en Chile como en Bolivia, lucran con la crisis humanitaria. Además, mucha gente cobra solo para hacer pasar y ofrecen alimentación muy cara”, afirmó el docente.

En sintonía con esa realidad, la capilla de Colchane se llama Nuestra Señora de los Dolores, pero es un sitio de esperanza. Se convirtió en un albergue para niños, mujeres y personas de la tercera edad. González ha visto a muchos de ellos, incluso a personas morir en el desierto. Señaló que los varones tenían que quedarse en la calle a esperar los controles de PCR y antígeno nasal necesarios para continuar, porque para las autoridades de su país fue imposible atenderlos en un solo día. “No estábamos preparados, como municipio ni como país, para ver esta crisis humanitaria”.

De acuerdo con datos preliminares presentados por autoridades de Chile, solo en 2021, han muerto 27 personas, cuatro de ellas de nacionalidad boliviana, en su intento por llegar ciudad portuaria de Iquique. De esa lista, 15 personas fueron plenamente identificadas por las autoridades.

Colchane está a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar. La zona es desértica “y uno puede ver la hilera de maletas, mochilas y otras prendas que dejan los migrantes en el camino”, señala el profesor, quien cree que puede haber otros restos humanos que no fueron recuperados hasta el momento.