Gerardo Morales: la entronización del radical más peronista

El nuevo presidente de la UCR apunta al 2023, pero le cuestionan, en la interna, su vieja alianza con Massa y la llegada a Alberto Fernández. La reaparición de Angelici.

El viernes de la semana pasada por la tarde lo confirmaron como el presidente de la UCR.

El sábado por la mañana el gobernador jujeño se juntó con Mauricio Macri, en lo que fue su primer acto oficial como nueva autoridad partidaria, y después elogió a su par cordobés, Juan Schiaretti, y pidió sumarlo a una posible alianza.

La presidencia que busca Morales no es la de su espacio, sino la que está en la calle Balcarce. Y para eso, avisó, está dispuesto a sumar a casi el que sea, aún a costa de las opiniones de su propio espacio. Sobre una UCR que selló una alianza atada con alambres, Morales quiere ser el nuevo jefe.

Hay que entender que Morales no es el típico radical. Es el primero de los suyos en gobernar la provincia, desde que llegó al poder en el 2015 y rompió la hegemonía que tenía ahí el justicialismo desde el regreso de la democracia.

Es que el jujeño -aunque nació en Salta se mudó muy de chico a la localidad vecina y dice sentirse como uno más de esos pagos- fue el único de la UCR que fue habilitado y que ganó, aquel año del acuerdo en Gualeguaychú con Cambiemos, para competir bajo una alianza con Sergio Massa.

Si se cumplen algunos pronósticos, el 2023 no va a ser la primera vez que Morales haga acuerdos llamativos para ganar una votación.

En la UCR todavía le pasan facturas por haber sido un aliado íntimo de Alberto Fernández cuando este comenzó su gestión, y recuerdan que a su esposa la nombraron en el directorio de YPF durante el mandato del Frente de Todos. “Es que Gerardo es el más peronista de todos los radicales”, dice uno que no le tiene demasiada simpatía, y se hace eco de una chicana que se escucha mucho dentro de la UCR.

De hecho, entre todas las facciones que habitan a los codazos dentro del espacio se podría decir que hay sólo una coincidencia: de acá en más Juntos por el Cambio, a diferencia de lo que ocurrió en el gobierno de Macri, va a tener que considerar al radicalismo como un socio imprescindible. O, como diría Morales, van a tener que ir detrás de suyo en una fórmula presidencial que piensa encabezar.

Los que tienen confianza con Morales le dicen “Cabezón”. No lo hacen por una cuestión de tamaño sino porque, cuentan, cuando se le mete algo en la sesera es imposible sacárselo. Y ahora el gobernador está apuntando al sillón de Rivadavia.

Para lograr ese objetivo primero tuvo que surfear la rebelión de Lousteau y del diputado Emiliano Yacobitti. Ellos, más otros 11 diputados, se fueron del bloque radical el lunes 6. Ese episodio traumático -fue aquella mañana cuando Morales casi se trompea con el senador de rulos, en la sede de la UCR- se contuvo recién el viernes 17 en la elección de las nuevas autoridades partidarias, pero no fue fácil y para nada es un capítulo cerrado.

Morales, ahora, tendrá que timonear el regreso de los que se fueron al bloque de la UCR en Diputados. La fecha tentativa es entre febrero y marzo para que eso suceda, aunque el nuevo presidente arrancó mal: la visita a Macri y el mimo a Schiaretti agitaron a los radicales de Capital y de Córdoba, provincias de las que salieron los legisladores rebeldes.

También el 2022 será un año en el que mostrará su juego: Morales tiene pensado recorrer todo el país para instalar su candidatura, y para apurar a Larreta a que defina la suya.