Bermejo, zona franca de facto donde se contrabandea desde tomates hasta vagonetas

En Bermejo, hoy, pareciera que el único regulador del contrabando fuese el caudaloso río que hace de límite natural entre Bolivia y Argentina.

Es al río Bermejo a quien a veces se le pueden ocurrir las más trágicas “incautaciones”, especialmente en la época de lluvias. Hace seis meses, un gomón, esas precarias embarcaciones hechas de madera y neumáticos de llantas, colmado de 25 personas y carga, naufragó. Se cobró cinco vidas entonces el río. Pero pese a la conmovedora tragedia, presenciada por cientos de personas, esa tarde – noche volvieron a navegar los gomones llenos de gente y mercadería.

Pese a que la frontera oficialmente se halla cerrada debido a la pandemia, se ha multiplicado el servicio de transporte fluvial. Se han organizado tres asociaciones de gomoneros, oficialmente consideradas ilegales. Pero, además, se anuncia el lanzamiento de una tercera cooperativa, legal, de las lanchas llamadas chalanas, que trasladan personas entre una y otra orilla de la frontera.

Gomón va, gomón viene; chalana va, chalana viene, cruzando cauces de 60 a 100 metros de ancho, a lo largo de varios kilómetros, en una rutina que parece interminable. En los primeros, casi sólo mercadería y sus avezados tripulantes, en las segundas, casi sólo viajeros, con algunos pequeños paquetes de mercadería. Cada uno apostará su suerte más allá de la línea de frontera.

El paso para el contrabando de mercadería en esta calurosa región se ha intensificado, mucho más que en otros tiempos, aseguran los pobladores. Entre marzo de 2020 y estos días han coincidido los factores más propicios para una especie de boom del tráfico de la mercadería ilegal. Ya desde 2018 la sostenida devaluación del peso argentino con respecto al dólar empezó a desatar la fiebre comercial en las fronteras. Pocos, en ese tiempo, habrían previsto que el nuevo ciclo inflacionario se precipitase desde 3 pesos argentinos por boliviano, hasta los actuales 0,03 argentinos por boliviano.

Tan prolongado ciclo derivó en otro detonante del boom contrabandista. “Ha habido gente que tenía capital y ha hecho mucha plata -dice Luis López (nombre ficticio), un ingeniero industrial bermejeño que retorna a su tierra cada fin de semana. También aparecieron otros que se dedicaron a mover mercadería con mucha plata. Gente del interior, gente nueva. Hay además mucho rumor sobre otros que lavan lo que sabemos. Y usted sabe que la plata manda, y donde hay harta plata entonces hay harto poder para mandar”.

Devaluación con un cambio de divisa cada vez más favorable y grandes inversionistas dinamizando el comercio transfronterizo, ¿algo más en favor del contrabando? Sí: los efectos económicos de la pandemia Covid -19. La cuarentena precipitó cierres, quiebras y consecuentes despidos y cesantías tanto en Bermejo como en otras ciudades.

La multiplicada cantidad de “trabajadores fronterizos”, en ambos lados del río, se topó con una frontera oficialmente cerrada. No había aduana integrada, ni migración ni control alguno. Paradójicamente, ese cierre abrió el flujo comercial por decenas de pasos limítrofes que generaron incluso otros negocios añadidos. Un tsunami de mercadería y comerciantes se desbordó sin solución de continuidad hasta el presente.

“Con la pandemia, mucha gente perdió su trabajo o vio paralizado su negocito – explica López-. Los albañiles ya no tenían obras ni reparaciones, los comerciantes estaban sin ingresos, igual los mecánicos, músicos, etc. Otros fueron despedidos en Tarija o Santa Cruz y se volvieron a esta ciudad. Luego la economía empezó a recuperarse muy lentamente. Entonces, toda esa gente vio como salida el traer mercadería que se vendía barata en Argentina para negociarla en este lado o en el interior. Otros, una buena cantidad, optaron por poner negocios de comidas gracias a los precios de los insumos argentinos”.