Sin vacunas contra el triunfalismo

La propaganda oficial se ufana de las diez millones de dosis, pero hay cero autocrítica.

Por Pablo Sirvén – El triunfalismo como manipulación política, que intenta maquillar un fracaso, es un mecanismo perverso y recurrente en la Argentina. Sucedió en plena Guerra de las Malvinas, en 1982, mientras la flota británica se disponía a birlar de nuevo nuestras islas usurpadas en 1833. También sucedió con menos dramatismo, aunque con dolor futbolero, en julio de 2010 cuando el seleccionado fue recibido apoteósicamente tras ser eliminado del Mundial de Sudáfrica con la humillante goleada de Alemania, 4 a 0.

En el primer caso facilitaba la euforia incomprensible que no regía el Estado de Derecho, había un férreo control centralizado de los medios de comunicación y no existían las redes sociales, que, con su actual fluidez, dificultan este tipo de ostensible fraude. En el segundo, el orgullo chauvinista a pesar del traspié se encarnaba en la figura legendaria del DT, Diego Armando Maradona, al que siempre le perdonábamos y justificábamos todo, un poder emocional inmenso e ilimitado que de poco le sirvió cuando murió como murió, solo y abandonado a su suerte.

La celeste y blanca volvió a relucir en estos días otra vez a manera de propaganda gubernamental, agitada en el momento menos propicio. Mediante dos spots oficiales, e intensa viralización militante en las redes por funcionarios, anónimos y trolls, se celebraba haber alcanzado la cifra de diez millones de vacunas recibidas contra el Covid (que ahora ya son 11.698.145). La acción publicitaria se completó con la llegada al Aeropuerto de Ezeiza del presidente Alberto Fernández para recibir una nueva partida de dosis, en innecesario acting. Se han visto, en distintas partes del mundo, fotos y videos de otros mandatarios en situaciones similares, pero a la llegada del primer cargamento, un hito simbólico en la lucha contra el virus.

Ocurre que, en este caso, esa imagen llega a destiempo y en un momento inoportuno, no solo porque menos del 2% de la población recibió las dos dosis, sino porque coincide en la misma semana en que trascendieron más detalles de la zigzagueante estrategia para contratar vacunas, agravada por caprichosos favoritismos (rusas y chinas por sobre las occidentales), los contratiempos imprevistos con la inicialmente preferida (AstraZeneca) y el restablecimiento de negociaciones para conseguir la que tanto demonizaron (Pfizer).

Pero también porque en ese mismo aeropuerto, gracias a la investigación de Diego Cabot para este diario, quedó al desnudo el escándalo de los hisopados, que no solo reveló otro nido de corrupción de multimillonarios ingresos (5 millones de pesos por día), sino que en su mala praxis (los resultados estaban en contados minutos) actuaba como un peligroso colador de recién llegados del exterior, potencialmente infectados.

Aun con estas evidencias de mal control (o descontrol) de los que llegan de afuera, tanto el Presidente como el gobernador Axel Kicillof insisten en que el virus se propagó desde la ciudad de Buenos Aires hacia el resto del país, cuando durante todo el verano de 2020 fue evidente que no se tomaban los más mínimos recaudos en el Aeropuerto de Ezeiza con los turistas provenientes del extranjero.

De hecho, el primer caso argentino detectado, el empresario Claudio Pazzi, arribó a Ezeiza el 1° de marzo de 2020 y se fue a su casa sin ningún control en la estación aérea. En las semanas siguientes quienes entraban al país por allí y declaraban vivir en CABA eran transportados directamente a hacer la cuarentena obligatoria a hoteles contratados por la Ciudad, mientras que quienes decían vivir en la provincia de Buenos Aires se iban tranquilamente a sus casas sin el más mínimo impedimento. Con 64.000 muertos por coronavirus y tantos problemas por delante, este debería ser un tema ya superado hace rato, pero como Fernández y Kicillof porfían en dar una versión que no se ajusta a la verdad, obligan a volver una y otra vez sobre aquellos episodios que intentan malversar. La guerra de Kicillof contra CABA no es solo contra sus autoridades, sino que también embiste a los porteños, a los que en el feriado de ayer sometió a una tortura innecesaria al dejarlos largas horas varados en la Panamericana y en otros accesos, aun cuando las restricciones al tránsito son de 20 a 6.

Con otro DNU vigente, que impone nuevas restricciones, un Congreso a media máquina y una Corte Suprema morosa en expedirse sobre el crucial diferendo entre la Nación y la Ciudad por la autonomía federal de esta última, las libertades de la democracia (de circulación, reunión, trabajo, educación y otras) aparecen cada vez más cercenadas. Momento ideal para que el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) debata todos estos temas mañana a propósito de la presentación del libro El periodismo en pandemia. Desinformación, lawfare y libertad de expresión en Argentina 2021.