Los técnicos del fútbol argentino siguen durando poco en sus cargos, sin importar las condiciones

Ni la postergación de los descensos pudo frenar el flagelo de utilizar a los entrenadores como fusible para un cambio de rumbo.
Télam Buenos Aires: Foto de archivo de 28/02/2020
Conducido por Sebastián Beccacece, Racing Club visitará mañana a Alianza Lima, de Perú, con el objetivo de volver al triunfo tras la caída por 1-0 del jueves pasado ante Nacional, de Uruguay, en un encuentro válido por la cuarta fecha del Grupo F de la Copa Libertadores. foto julian alvarez/aa

Los entrenadores del fútbol argentino siguen durando poco y nada en sus cargos, aún en este 2020 inédito en el que no hubo actividad durante medio año, se suprimieron los descensos, los puntos no incidieron para la tabla del descenso y el torneo local no solamente se jugó prácticamente «por nada», sino que también sin hinchas que presionaran en los estadios.

A pesar de todo eso, 16 técnicos perdieron sus puestos de trabajo en primera división a lo largo de este año, lo que fundamentalmente deja expuestos a los dirigentes del fútbol argentino, que no tuvieron excusas a la hora de despedir a sus entrenadores por las manifestaciones adversas de manera explícita que pudieran ejercer hinchas y socios ante una mala campaña.

Pero no solamente ese argumento de los cuestionamientos «cara a cara» quedó invalidado para las distintas dirigencias, sino que fueron ellas mismas las que desmembraron planteles «en plan de ahorro», les pidieron a sus directores técnicos que se arreglaran «con los pibes del club», que aguantaran el chubasco de este año atípico por la pandemia de coronavirus que flageló sus economías.

Sin embargo, a las tres derrotas los terminaron echando como antes, o mejor dicho como siempre, porque esa no escrita «ley de emergencia futbolística» pareció correr solamente para los dirigentes, que además redujeron salarios y les pidieron a futbolistas y cuerpos técnicos «poner el hombro» para «salir todos adelante».

Pero al llegar al último día del año todos esos conceptos quedaron desvirtuados y terminaron siendo simples artilugios, como se ve en la mayoría de los casos, porque ese camino de excepcionalidad solamente lo transitaron los futbolistas y, muy especialmente, los entrenadores, mientras que los dirigentes siguieron parados siempre en la misma vereda, sin importarles quienes se quedaban en la calle.

Así de acostumbrado está el fútbol argentino en particular (el internacional tampoco es muy distinto, por cierto).

De esos 16 entrenadores, y como «los últimos serán los primeros», el nombre que más resonó por estos días fue el de Sebastián Beccacece, que se alejó de Racing tras quedar eliminado en cuartos de final de la Libertadores a manos de Boca «en solidaridad» con el director deportivo también renunciante, Diego Milito, que fue quien lo acercó al club de Avellaneda.

Pero, coincidencia o no, inmediatamente confirmada su partida, que se concretará apenas la «Academia» termine su participación en la Copa Diego Armando Maradona, su futuro profesional estaría en un lugar que no le es desconocido: la selección de Chile.

Allí supo estar como ayudante de campo de Jorge Sampaoli y ese sería el nuevo destino de este rosarino que el pasado 17 de diciembre cumplió 40 años y se transformaría así en el reemplazante del colombiano Reinaldo Rueda, que abandonó la «Roja» dejándola en el sexto puesto de las eliminatorias sudamericanas para Qatar 2022 al cabo de cuatro partidos.

Claro que mientras Beccacece ´»duró» exactamente un año, aunque siempre con la salvedad que durante seis meses no hubo actividad alguna, ya que había sido presentado en Avellaneda el último día de 2019, mucho peor es que tres de los 24 clubes que participan de la nueva Liga Profesional de Fútbol (ex-Superliga) tuvieron las salidas de dos entrenadores cada uno en estos cuatro magros meses de competencia oficial.

El más reciente en concretar ese desaguisado fue Godoy Cruz, que a mediados de mayo y cuando hacía ya dos meses que no había competencia, despidió a Mario Sciacqua para reemplazarlo por el prometedor Diego Martínez, proveniente de Estudiantes de Buenos Aires, que este fin de semana siguió el mismo camino de su antecesor tras nueve partidos sin ningún triunfo y el lapidario 1-6 del pasado fin de semana justamente ante Racing.

Y esa «doble Nelson» aplicada a los entrenadores tuvo su correlato también este pasado fin de semana con el alejamiento de Leandro Desábato (otro que no ganó nunca) en Estudiantes, que a principios de año había rescindido con el otro Milito, el técnico Gabriel. En el club presidido por Juan Sebastián Verón suena por estas horas Ricardo Zielinski, que anoche anunció su salida de Atlético Tucumán después de la derrota con San Lorenzo.

Y la tercera institución que repitió esa insana costumbre de despedir entrenadores por partida doble en el mismo año fue otro norteño, Central Córdoba, de Santiago del Estero, que empezó con el «Sapito» Gustavo Coleoni y terminó recientemente con Alfredo Berti.

Pero lo más curioso del caso es que justamente hoy el cordobés Coleoni, de 52 años, arregló su retorno a la dirección técnica del equipo santiagueño. Un verdadero récord, ya que se fue y volvió dentro del mismo año. Se había ido el 17 de marzo pasado, luego de disputarse la primera y a la vez última fecha de la extinta Superliga.

Por su parte Racing no fue el único grande que registró un cambio de técnico en este año, sino que San Lorenzo también se ocupó allá por un ya lejano febrero prepandemia de reemplazar a Diego Monarriz, del riñón del club, por Mariano Soso (tras un breve interinato de Hugo Tocalli), de paladar futbolístico muy similar al de Jorge Almirón, al que le tuvieron muy poca paciencia en 2019.

El verdugo de Monarriz también fue Racing, luego de una derrota por 1 a 0 que terminó con un ciclo acotado que había tenido un arranque bastante prometedor. Y Soso no está exento de ser incluido en este listado de los técnicos que se quedaron fuera de un equipo este año, porque en enero se había desvinculado de Defensa y Justicia, donde fue relevado por Hernán Crespo, tras su primera experiencia en Banfield.

Y si de buenos comienzos y de Banfield se trata, al revés, por ahora, de lo sucedido con Monarriz, es el que está llevando adelante el suyo en este caso es un entrenador reemplazante como Javier Sanguinetti, que le dio otra impronta, mucho más ofensiva, al «Taladro» que dejó de ser de Julio Falcioni en mayo pasado.

Dos técnicos de las nuevas generaciones aunque ya con recorridos muy auspiciosos, como lo son Gabriel Heinze y Diego Cocca, también dijeron adiós este año. El «Gringo» se fue de Vélez Sarsfield antes de jugar con el equipo que había clasificado en la presente Copa Sudamericana, y su reemplazante, Mauricio Pellegrino, ya lo metió en semifinales.

El técnico surgido como futbolista en Newell’s acaba de solucionar su incorporación a Atlanta United, de la Major League Soccer (MLS) estadounidense, recomendado por Gerardo Martino, campeón con esa franquicia que transita recién por su tercer año de existencia.

Y en cuanto a Cocca, a mitad de año abandonó Rosario Central por las mismas razones que Leonardo Madelón dejó Unión, de Santa Fe: a ambos les desarmaron los equipos para «cuidar la economía» de sus instituciones. Por el primero llegó Cristian «Kily» González y por el segundo el «Vasco» Juan Manuel Azconzábal.

Finalmente Gustavo Álvarez se fue este mes de Patronato, de Paraná, reemplazado por Iván Delfino, que se alejó de Sarmiento, de Junín, y el caso más especial de todos es el de Sebastián Méndez, que se fue de Gimnasia y Esgrima La Plata por el fallecimiento del principal, Diego Maradona. Lo relevó la dupla Mariano Messera-Leandro Martini.

«Pasan los años, pasan los gobiernos, quedan los artistas»; decía Enrique Pinti. Los que nunca quedan son los técnicos.