Emprender en Argentina: 5 puntos críticos que alejan a los inversores

Esta obsesión histórica que tenemos los argentinos por el dólar atenta contra nosotros mismos; una obsesión que no hace más que debilitar nuestra propia moneda y ponernos en desventaja contra el resto del mundo.

Por Mariano Longo – Cualquiera que haya pasado por esto de emigrar ha tenido que luchar con lo que llamo “dualidad ilusión–desilusión”. Ilusión por tener la posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida y desilusión por lo que significa abandonar la tierra donde hemos nacimos y nos desarrollamos.

Esta dualidad es la primera barrera a la que todos nos hemos enfrentado en esta travesía de emigrar. Es, desde mi punto de vista, la más difícil de sortear; una vez que la ilusión pesa mas que la desilusión, tenemos la batalla ganada en un 90 por ciento. El secreto es aferrarse a esa idea positiva y trabajar para convertirla en realidad, si es ese el camino que queremos seguir.

Ilusión y desilusión, sensaciones totalmente opuestas que convergen en un punto en común, la esperanza de poder, de alguna manera u otra, seguir siempre relacionados a nuestro país, a nuestra patria, más allá de la distancia.

Mundialmente para los empresarios, la posibilidad de invertir en el país que nos vio nacer genera alegría y orgullo; salvo para los que, como yo, el país que nos haya visto nacer se llame Argentina.

Argentina, uno de los países más hermosos y uno de los países con más recursos naturales del planeta. Esa misma Argentina, manejada por nosotros, los argentinos. Esa Argentina, donde la educación es el gran problema, donde nunca fue ni será (ojala me equivoque en esta) una prioridad para quien nos gobierna, fuese quien fuese.

Hace muchos años que las cosas no se vienen haciendo de la mejor manera; donde se protege al que roba o mata, y se olvida al que realmente necesita ayuda (siguen muriendo chicos por desnutrición en el norte argentino verdad, me da vergüenza hasta escribirlo se los juro).

Vayan y vean lo que ha hecho Portugal en los últimos 10 años respecto a las inversiones; hoy Portugal tiene una taza de desempleo del 6% menos de la mitad que la taza española, al 15% anual

Mucho se ha hablado este año sobre la negación que empresarios argentinos viviendo en el exterior tienen al pensar en invertir en nuestro país; quiero mencionarles los cinco puntos excluyentes por los cuales invertir en Argentina no sería un buen negocio para nosotros.

Inestabilidad económica. Es extremadamente difícil proyectar inversiones en un país que vive pendiente de una moneda extranjera. Esta obsesión histórica que tenemos los argentinos por el dólar atenta contra nosotros mismos; una obsesión que no hace más que debilitar nuestra propia moneda y ponernos en desventaja contra el resto del mundo. ¿Alguna vez le preguntaron a un inglés el valor del euro? No tienen ni idea, no les interesa. Es un tema de social, la libra esterlina es su moneda… el resto de las monedas es un problema de los turistas. Como debe ser.

Presión tributaria. Pagar impuestos es la forma que tenemos los ciudadanos de contribuir económicamente en el desarrollo del país y su pueblo. Más allá de cómo se estén utilizando esos recursos hoy, los impuestos en Argentina son uno de los más altos a nivel mundial. Se necesita “cabeza” para balancear una baja de impuestos general que genere interés a todo aquel que quiera invertir en nuestro país. Vayan y vean lo que ha hecho Portugal en los últimos 10 años respecto a las inversiones; hoy Portugal tiene una tasa de desempleo del 6% menos de la mitad que la taza española, al 15% anual.

Aniquilación de la clase media. La inversión tiene un cometido excluyente: generar ganancias. La ganancia se genera principalmente mediante consumo; ahora bien, ¿quién va a consumir en un país donde la clase media ha desaparecido y el 95% de la población está en lucha constante para poder llegar a fin de mes? Es como vender hielo en Islandia, no vas a tener quien te lo compre.

Inseguridad jurídica. Cuanto más importante es la inversión, más importante debe ser el resguardo de la misma. Nadie va a invertir sabiendo que las leyes parecen defender a quien quiere sacar ventajas de ellas. Faltan tanto normas como organismos que protejan (y regulen) las inversiones. Inversiones tanto traídas por el dueño de una multinacional o por aquel que tuvo la valentía de comprarse un pequeño departamento para alquilarlo y crear una entrada más de dinero.

Corrupción. El mal de todos los males, muchas veces malinterpretado como “viveza criolla”. El obtener un rédito económico sea cual sea la forma. Una enfermedad arraigada a lo más intimo de nuestra sociedad y que nos atañe absolutamente a todos.

Muchos dirán que la corrupción también genera ganancias y es verdad pero al menos para mí; el fin no justifica los medios.