Macri, ¿desertor?

Meses después de haber completado el mandato, Mauricio Macri hizo lo mismo que habían hecho Roca, Victorino de la Plaza, Alvear y Justo cuando salieron de la Casa Rosada: se fue a Europa. Por Pablo Mendelevich - Con sus antecesores el viaje a Europa pareció algo natural. Ahora, en cambio, se lo llegó a interpretar como una deserción.

Es cierto que en las redes sociales Macri recibió reproches adicionales relacionados con el contexto extraordinario, más específicamente con las restricciones para viajar que impone la cuarentena a la mayoría de las personas. En los cenáculos politizados, sin embargo, los críticos entrevieron en el vuelo a París de hace dos semanas una señal negativa, algo así como la dramatización de un desdén hacia la política, percepción redondeada por el propio viajero al pisar Francia cuando celebró que allí sí se vive «en libertad». Los críticos partían de un supuesto paradigma según el cual para liderar a la oposición hay que permanecer en el país. Luego se sumaron las despectivas calificaciones de «turista» hechas por un oficialismo más interesado en renovar la estrategia de ir contra Macri que de desentrañar públicamente sus próximos pasos.

Qué rutina siguen los presidentes argentinos cuando dejan el poder sería una pregunta apropiada para poner el viaje de Macri en perspectiva histórica. Pero la respuesta no resulta sencilla, sobre todo si la pregunta incluye la palabra rutina: por escarpada, la historia argentina impide hablar de tradiciones o costumbres. Entre Urquiza y Macri muy pocos presidentes consiguieron terminar el mandato constitucional: sobre 32, apenas 13, incluidos los cuatro vicepresidentes que completaron los períodos, es decir Pellegrini, José Evaristo Uriburu, Figueroa Alcorta y Victorino de la Plaza.

Entre Urquiza y Macri muy pocos presidentes consiguieron terminar el mandato constitucional: sobre 32, apenas 13, incluidos los cuatro vicepresidentes que completaron los períodos

En rigor, siempre hubo especulaciones sobre las intenciones personales de los expresidentes, viajasen o no a Europa. Cinco volvieron a ganar elecciones presidenciales: Roca, Yrigoyen, Perón (por tercera vez) y Menem (también por tercera vez, si bien no se presentó al ballottage). Cristina Kirchner es el quinto caso, con la particularidad de que volvió como vicepresidenta.

Si bien nuestro sistema está inspirado en el de Estados Unidos, el resorte crucial de la reelección es diferente. Allá la Constitución permite hasta dos mandatos consecutivos sin posibilidad de retorno, lo que significa que basta dejar la Casa Blanca para jubilarse (Barack Obama viene de hacerlo a los 55 años). La Constitución argentina, en cambio, autoriza hasta dos mandatos consecutivos (antes de 1994 era uno) y la posibilidad de retornar luego de permanecer un período presidencial en el llano. Eso explica que quienes ya alcanzaron la cima de la carrera política nunca terminen de retirarse. Los políticos de raza son adictos a la política. Isabel Perón, autoexiliada en Madrid desde hace 39 años y concentrada en una vida casi monacal, lo demuestra por la negativa.

Por el volumen de su liderazgo en simultaneidad con la proscripción, también Perón fue durante 17 años sujeto de toda clase de especulaciones acerca de su futuro cuando desde el exilio manejaba los hilos de la política argentina. La llamada Resistencia peronista se modeló, precisamente, en torno de la desafiante consigna «Perón vuelve». Tampoco Alfonsín, de mandato inconcluso, escapó a esporádicas conjeturas sobre su eventual interés en volver, cosa que no sucedió, si bien su influencia remanente pudo verificarse no como senador por la minoría bonaerense sino cuando se convirtió en el artífice de la nueva Constitución junto con Menem.

Es que las dos cosas van de la mano, el liderazgo postpresidencial, o la capacidad de influir en el tablero nacional, y la eventualidad potencial de un retorno. Roca, Yrigoyen, Perón, Menem, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner conservaron una influencia altísima después de dejar la Casa Rosada. ¿Cómo se dimensiona? Todos ellos incidieron en el curso de los acontecimientos una vez que se despojaron de los oropeles del poder, hasta cierta potestad de nominar al sucesor. Tres aclaraciones: Menem volvió a ser candidato y ganó en 2003, pero no determinó al sucesor (si bien hay quienes creen que apalancó a De la Rúa antes que a Duhalde); Cristina Kirchner no tuvo potencia para nominar al sucesor inmediato sino al siguiente. Y Perón puso dos presidentes (Cámpora, a quien también después sacó, y Lastiri, el yerno de López Rega), aunque más allá de eso marcó la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.

Cristina Kirchner no tuvo potencia para nominar al sucesor inmediato sino al siguiente. Y Perón puso dos presidentes (Cámpora, a quien también después sacó, y Lastiri, el yerno de López Rega)

En la otra punta están los que terminaron en forma precipitada y luego cursaron una ex presidencia, si cabe la expresión, tortuosa, con Bernardino Rivadavia a la cabeza. Si se lo acepta como el primer presidente -cuando el país no era un país, hasta asumió sin la Constitución terminada- Rivadavia, que moriría en Cádiz 20 años después de su renuncia, fue, también, el primer perseguido de la lista. Con los sayos de padre del unitarismo salvaje, culpable de la deuda, atacante de la religión católica y entregador de la soberanía al capital extranjero, marchó al destierro. En 1834, cuando quiso volver, pero no al poder sino apenas a Buenos Aires, el gobierno de Viamonte le impidió desembarcar (con todo, hay un legado inesperado de Rivadavia, no solo como traductor del inglés de Alexis de Tocqueville y del francés de El arte de criar gusanos sino también, al parecer, como introductor, de las abejas en el Cono Sur).

Expresidente durante diez años, Urquiza, lejos de seguir el modelo de quien se retira para poder jugar con los nietos (lo que en su caso habría sido una tarea extenuante) volvió a gobernar Entre Ríos y quedó a cargo de las fuerzas armadas confederadas. Claro que conservó influencia. En 1870 sería asesinado (justo cien años después se produjo el asesinato de otro expresidente: Aramburu). Mitre coprotagonizó como expresidente nada menos que 37 años de vida política (récord entre los mandatarios constitucionales, seguido por Frondizi, que vivió 33 años después de ser derrocado en 1962). Permaneció activo como político, historiador, periodista, traductor y diplomático. Intentó volver a la presidencia en 1874, pero perdió frente a Avellaneda. Sarmiento, ya se sabe, en sus 14 años como expresidente hizo de todo. Senador, ministro del Interior de Avellaneda, director de escuelas con Roca. Avellaneda, el presidente más joven que hubo (37 años) y también el que murió más joven (48), alcanzó a ser, en el «post», senador y rector de la Universidad de Buenos Aires.

Las dos veces que Roca salió de la Casa Rosada, separadas por doce años, hizo lo mismo: primero se fue a su estancia La Paz y luego viajó a Europa (Macri casualmente conoce bien esa estancia porque allí se alojó más de una vez como presidente). En 1886 Roca le pasó la banda presidencial al marido de la hermana de su esposa, Miguel Juárez Celman, un apadrinado que no terminó bien (Roca nunca más le habló). La legendaria vigencia de Roca como factótum de una época fue todavía más extensa que la de Perón: protagonista de la guerra civil contra Chacho Peñaloza, moriría cuando ya había comenzado la Primera Guerra Mundial.

Pellegrini fue otro expresidente importante. Gravitó durante 14 años. Y figura entre los que rechazaron volver a ser candidatos (1898). Luego está el caso singular de José Figueroa Alcorta, única persona, hasta ahora, que desempeñó las cabezas de los tres poderes, primero como vicepresidente, luego presidente y más tarde (designado por Yrigoyen un día antes del golpe de 1930) presidente de la Corte Suprema. Su influencia en este tercer cargo, sin embargo, no luce bien, luego de que convalidara los golpes de Estado.

Otro gran perseguido fue Yrigoyen. De los tres años como expresidente, derrocado tras cursar apenas un tercio del mandato, pasó preso la mitad, primero de barco en barco (78 días) y luego en Martín García. Procesado e indultado, rechazó este beneficio. Su ascendiente popular postrero, ya de poca utilidad política, irónicamente se terminó de constatar en el masivo funeral.

Alvear también se fue a París después de gobernar el país, pero no a un hotel sino a su mansión en los suburbios, a 10 kilómetros al oeste de la capital, regalo de bodas a su esposa Regina Pacini. Gran protagonista de los años treinta, fue primero tentado por el dictador José Félix Uriburu, quien, despechado, prohibió su candidatura, lo cual determinó que el radicalismo volviera a la abstención. Luego Alvear se fue a Montevideo, volvió, fue puesto preso dos veces en Martín García (lo mandaba a meter preso el presidente Justo, que había sido ministro suyo), hasta que el radicalismo, sin que se hubiese terminado el fraude, decidió levantar la abstención. En 1937 Alvear se presentó como candidato para volver a la presidencia. Fraude mediante, fue derrotado por Ortiz-Castillo.

Ingeniero como Macri, el general Justo, que conservaba una enorme gravitación militar y política, tenía intenciones de volver a gobernar el país en los años cuarenta, pero falleció en 1943, medio año antes del segundo golpe de Estado.

De este rápido repaso histórico puede concluirse que ningún presidente con mandato completo renunció luego a su capital político. ¿Por qué habría de hacerlo Macri?