Un desafío que paraliza al oficialismo

El oficialismo no encuentra solución al desafío que lo paraliza: cómo obtener rédito político en vísperas de un año electoral con un gobierno condicionado por la escasez de recursos económicos.

Por Daniel Bilotta – La falta de consenso sobre la forma de capitalizar lo poco que puede presentar asociado al éxito se suma a esa dificultad. Y a otra todavía más delicada que agita ese debate: a quién le correspondería hacerlo. Si la vicepresidenta no fuese percibida como la figura más gravitante del Gobierno, quizá no existiría ese estado de confusión. Ni tampoco los roces por la paternidad de la aparente salida de esa encrucijada, que trascienden fuera del Frente de Todos. El disgusto con Massa que hizo público Alberto Fernández es el más notorio.

Al Presidente lo irritó que el titular de la Cámara de Diputados se adelantara a confirmar a la prensa el acuerdo con los bonistas alcanzado el 4 de agosto

Al Presidente lo irritó que el titular de la Cámara de Diputados se adelantara a confirmar a la prensa el acuerdo con los bonistas alcanzado el 4 de agosto. Fernández hizo filtrar ese día que Guzmán fue el único que habilitó a negociar con los fondos de inversión. Es una redundancia. Guzmán tiene como prioridad resolver ese tema desde que fue designado ministro de Economía. Las fuentes oficiales contribuyeron a que una obviedad dejara de serlo. El esmero en transmitir las «varias veces» que Fernández le pidió a Massa no intervenir en esa negociación plantea un interrogante: ¿por qué reiteró esa solicitud si su participación no estaba autorizada? Un detalle que confirmaría el desplazamiento del centro de gravedad institucional desde el Poder Ejecutivo hacia el Legislativo.

Es allí donde está representado el peso electoral de Cristina Kirchner. Una tendencia que también padece Kicillof en la provincia de Buenos Aires a través de Máximo Kirchner. A Massa no le conviene resistir esa inercia. Mantiene una alianza con Máximo, factor decisivo en la expectativa de suceder a Fernández. La desilusión de La Cámpora con el Presidente comenzó con el anuncio de su candidatura. Desde entonces se propuso ampliar su base política en territorio bonaerense e impedir a otros que la imiten. La sanción de la ampliación presupuestaria en el Congreso es un ejemplo. Ritondo acordó el aval de la oposición a cambio de un fondo de cinco mil millones de pesos para obras municipales de infraestructura.

El jefe de la bancada de Pro propuso que sea distribuido por el Ministerio de Obras Públicas. El texto fue modificado para que lo haga el Ministerio del Interior. De Pedro es el nexo entre Massa y Máximo. Katopodis es asociado al intento de crear una corriente política afín a Fernández. La experiencia de Federico Villena sentó un precedente difícil de pasar por alto por quienes regresaron al kirchnerismo. El del juez federal de Lomas de Zamora es uno de los 10 traslados que Gerónimo Ustarroz objetó en el Consejo de la Magistratura. Ustarroz es primo de De Pedro. El voto de Camaño definió que el oficialismo pudiera avanzar con esa resolución.

El supuesto padrinazgo de Eduardo Valdés y Leopoldo Moreau no bastó para absolver a Villena de la traición imperdonable que le achaca La Cámpora. Habilitar el espionaje contra Cristina en el gobierno de Macri que el magistrado investigó durante el actual hasta que fue apartado de la causa. Ni la cena para acercar empresarios a Máximo y De Pedro que organizó Massa bastaría para diluir la desconfianza de la vicepresidenta. Es probable que Miguel Galuccio tenga algo que ver. Los esfuerzos que realiza por empatizar con Máximo no son correspondidos. Algunos lo atribuyen a una presunta influencia de Massa. El jefe del Frente Renovador relativiza el papel de Galuccio en el acuerdo con los bonistas. La agenda internacional de Massa ejerce cierta fascinación en La Cámpora. Su cúpula siguió con atención los contactos que desplegó en esa negociación y exasperaron a Fernández. Pero también a Kicillof por el espacio ganado por Massa en ese terreno.

Una incomodidad que el gobernador canaliza con el trato privilegiado a Julio Zamora. El intendente de Tigre vio peligrar su reelección a causa del presidente de la Cámara de Diputados, que desea ubicar a Malena Galmarini en su lugar. Una táctica insuficiente para que Kicillof obtenga el consenso de la oposición en la Legislatura. Federico Otermín y Facundo Tignanelli acordaron con Juntos por el Cambio un endeudamiento de casi 800 millones de dólares. El titular de la Cámara de Diputados y el jefe del bloque oficialista representan a Máximo y al intendente de Lomas de Zamora, Martín Isaurralde. Junto a Massa, supuestos miembros de la unión transitoria de empresas (UTE) que iba a disolver Carlos «Cuto» Moreno.

Con Teresa García, Alak, Gollán y Berni, el vicepresidente de la Cámara de Diputados forma el círculo que Cristina eligió para colaborar con Kicillof. Los ministros de Gobierno, Justicia y Salud son motivo de fricción entre Cristina y Máximo. A García le preocupa la versión de su salida del Ministerio de Gobierno. Debería prestar atención a la que atribuye su regreso al Senado bonaerense para alentar el nulo diálogo de Kicillof con Magario. La vicegobernadora se subordina a La Cámpora, receptiva a la queja de los intendentes sobre la gestión de García.

Alak no responde a los especialistas consultados por el Ministerio de Justicia que imputan el crecimiento del delito al relajamiento de las excarcelaciones y a la aplicación de condenas. El ministro de Salud fue aludido de manera indirecta en el Zoom compartido por la UIA y la CGT el 4 de agosto. Miguel Acevedo, Daniel Funes de Rioja y Adrián Kaufmann Brea coincidieron con Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y Héctor y Rodolfo Daer en que el acuerdo por la deuda es necesario, pero no suficiente para despejar el clima de incertidumbre que predomina en la economía. En las proyecciones más pesimistas, Fernández podría terminar su mandato con un millón de puestos de trabajo menos.

Las dudas de Gollán sobre la temporada de verano en la costa atlántica moderaron la expectativa de un tenue crecimiento en la segunda quincena de septiembre. Empresarios y sindicalistas se comprometieron a redoblar esfuerzos en dos temas. Ser convocados por Fernández y reactivar contactos con la Iglesia. Nadie supo recordar si el Papa fue mencionado. No hablaron de la inseguridad que estremece al conurbano, uno de los desacuerdos de Massa con La Cámpora. Máximo respalda a Berni. A Massa le preocupa el ministro de Seguridad, una amenaza a los votos que cree tener cautivos en esa región. El kirchnerismo analiza dos alternativas: que Berni encabece la lista de diputados nacionales del Frente de Todos en la provincia o que lidere un partido propio bajo la consigna «Fuerza Buenos Aires».

Un aspecto desconocido es que el éxito de ese emprendimiento depende de Frederic. En realidad, de las fuerzas federales que conduce la ministra. Berni exige tener bajo su mando las que son enviadas a los municipios y evitarse eventuales sobresaltos con la policía bonaerense. Massa intenta reponer de inmediato la avenida del medio. La semana pasada afirmó delante de Frederic que la inseguridad no es una sensación. Es probable que la funcionaria exprese la reticencia de Fernández a colaborar con el encumbramiento de Berni cuando sostiene lo contrario. Un escenario donde cobra relieve la mala relación de Berni con Massa. No sería la primera contradicción en su trayectoria política. Una guía del poder que La Cámpora relee con espíritu crítico.