Horas determinantes en Bolivia: pedidos de renuncias, bloqueos y el fantasma de Evo Morales

El ex presidente llama a cercar todo el país mientras Jeanine Áñez se aferra al raquítico poder que le queda

“Hermano, que no entre comida a las ciudades”. La voz de Evo Morales resuena inconfundible. La orden, clara y directa, fue lanzada por el ex presidente boliviano cuando ya había renunciado y la crisis política sacudía los cimientos de Bolivia tras unas elecciones manchadas de trampa, fraude y sangre. “Que no entre comida”. Morales quería sitiar las principales urbes -sobre todo La Paz- para que la población sintiera su rigor. Era el 20 de noviembre de 2019 cuando el audio fue presentado por uno de los ministros bolivianos y dejó expuesto al líder del Movimiento al Socialismo (MAS), por entonces huésped de Andrés Manuel López Obrador en Ciudad de México. Por esa maniobra se le inició una causa judicial por terrorismo y tiene pedido de captura en su país.

Hoy, el eco de ese viejo audio retorna. La capital administrativa y el Alto están sitiadas por bloqueos y cortes de vías. La comida podría comenzar a escasear. Desde este martes, por ejemplo, la carne sería el primer alimento en mermar en la segunda de esas ciudades. Mañana se suspenderá el faenado: los camiones que trasladan ganado anunciaron que ya no ingresarán allí. “Que no entre comida”. La capital tiene aún reservas para unos días. Pero no mucho más si el particular plan alimentario de Evo prospera.

Los tiempos políticos del asilado en la Argentina se precipitaron en un momento delicado. Bolivia padece, como el resto de América Latina, los látigos de la pandemia. La infraestructura sanitaria que dejaron los 14 años de su administración no logran hacer frente a la embestida del COVID-19. Ni cerca. La pericia del gobierno de Jeanine Áñez, tampoco: la ineficacia y los casos de corrupción florecen. Para evitar el colapso definitivo, la Fiscalía General del Estado instruyó a todas sus representaciones a actuar de inmediato ante las trincheras que impiden el paso y ya cumplen una semana. Inútil: la mayoría de los fiscales en todo el país no responden a La Paz. Esperan instrucciones desde más allá de la frontera sur.

Así, el sistema para atender las necesidades de los pacientes -de coronavirus y de cualquier otra afectación- está en vilo: los traslados no pueden realizarse y los envíos de oxígeno no llegan a los centros de salud. Para peor, la mayoría de los centros de ancianos, hospitales y maternidades dependen del gas envasado y del diésel para que sus infraestructuras funcionen correctamente. “Que no entre tampoco gas”, podría escucharse en otro audio. En Bolivia también es invierno. Es extraño que dirigentes internacionales que dicen defender los derechos humanos no intercedan para que Morales desacelere su plan.

Evo se movió rápido al ver cómo Áñez, en su intento por reciclarse, perdía credibilidad y caudal político. Para ello, reactivó su acuerdo con el histórico dirigente indígena Felipe Quispe. Siguen los mismos planes: ambos, Evo y El Mallku, pasaron de pedir el adelantamiento de las elecciones a exigir la renuncia de la ex senadora que parece enamorada del Palacio Quemado. La presidenta transitoria -que tenía por misión convocar comicios transparentes y no ser de la partida- se tentó tanto con el poder que pretendió quedarse para siempre.

Las próximas horas serán claves para determinar hasta dónde se involucra Quispe: si su poder de fuego llega a la capital, otro será el escenario para los próximos días. Hoy, los Ponchos Rojos convocaron a rodear la sede gubernamental que la alberga. Cuán fuerte sea la movilización, marcará la inclinación de la balanza. Es la agrupación más combativa que responde al ex presidente. Sumados a El Mallku, el estallido está garantizado. Recuerdos de octubre de 2003.