Vacunas en el desierto Antofagasta espera construir laboratorio en noviembre

El proyecto Atacama Desert Vaccine Laboratory, diseñado en 2017, cobró mayor relevancia a causa del coronavirus. Cuenta con una mesa de trabajo público-privada para reunir los US$ 21 millones que requiere su construcción. De concretarse, será capaz de producir 12 millones de vacunas en cuatro meses. Y ya hay empresas que comprometieron apoyo financiero.

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Antes de la pandemia, hace tres años, ya había preocupación por la nula producción de vacunas en el país. La última vez que el Instituto de Salud Pública (ISP) fabricó dosis locales fue en 2002, y sus registros sanitarios caducaron en 2005, poniendo fin a la manufactura nacional. Hoy solo se realizan vacunas veterinarias.

Por eso, en 2017, un grupo de académicos de la Universidad de Antofagasta, liderados por la investigadora Margarita Lay, se propuso retomar la producción de vacunas en Chile, a través de un proyecto bautizado como “Atacama Desert Vaccine Laboratory”, que cuenta con apoyo del Gobierno Regional de Antofagasta y el Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia.

El proyecto empezó a funcionar en mayo de 2019, pero el coronavirus aceleró los planes, por lo que los investigadores, las autoridades locales y las empresas mineras crearon una mesa de trabajo con un solo objetivo: acelerar al máximo la construcción del laboratorio, para que pueda producir las vacunas que están en desarrollo en el mundo, y que en Chile comenzarían su prueba clínica en septiembre.

El director del proyecto es el doctor Christian Muñoz, quien dice que en el primer año realizaron el estudio de mercado y el modelo de negocio, que muestra que sí se necesita el laboratorio, por lo que ahora “trabajamos a toda máquina para que esto sea factible”.

Hasta ahora, y dado la urgencia de tener una planta local, se definió que el laboratorio aplicará un modelo de “Fill & Finish”, es decir, comprará el ingrediente farmacéutico activo –por ejemplo, el que está haciendo China- y la planta producirá las vacunas, las envasará, controlará su calidad y las distribuirá.

Para ello, se requiere construir un edificio nuevo –no puede ser uno refaccionado- de 2 mil metros cuadrados, que tendría capacidad para producir 12 millones de vacunas en apenas cuatro meses, suficientes para cubrir a buena parte de la población chilena, y escalable, incluso, a 16 millones de dosis. Se proyectan dos líneas de producción: una de jeringas y otra de viales (botellitas como las de la penicilina).

“Chile gasta muchos millones de dólares en comprar vacunas al mercado internacional, con la consecuencia de que, si hay un desabastecimiento de vacunas, quedamos en lista de espera, como lo que pasó con las vacunas de la fiebre amarilla”, explica Muñoz.