El mundo es muy dinámico, ya nadie duda de eso. Hace solo dos meses, el precio del barril del petróleo trepaba a los casi US$70 y el temor en la Argentina era la presión que generaba el alza en los valores del surtidor. La preocupación ahora es otra: por efecto del coronavirus, el precio del Brent -la cotización que se toma de referencia en el mercado local- cayó más de 7% en el día, y se ubicó en los US$45,5. De mantenerse en esos niveles, Vaca Muerta es inviable, ya que los costos de producción no convencional son mayores.
La expansión del coronavirus repercutió en las proyecciones de crecimiento mundial, lo que impactó directamente en la demanda de combustibles. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC), que lidera Arabia Saudita, ya avanzó en un recorte de la producción de por lo menos entre 500.000 barriles diarios y 1,2 millones, para contener el derrumbe del precio. El país árabe quería convencer a Rusia de recortar la producción aún más, a 1,5 millones, pero en Moscú no estuvieron de acuerdo, lo que hizo acentuar más la caída del valor del crudo.
Según la consultora internacional Eurasia Group, en sus escenarios de «crisis grave y significativo, los recortes de la OPEC serán insuficientes y no protegerán el piso de US$50; los precios podrían incluso caer por debajo de los US$40 por barril si el brote de virus continúa durante todo 2020». Y agrega: «Los recortes de la OPEC se vuelven mucho menos efectivos si avanza la recesión global y las interrupciones económicas son generalizadas». La última vez que los precios habían experimentado un precio por debajo de los US$40 había sido en 2016.
La caída de la cotización del crudo se suma a la baja que experimentó en los últimos meses el valor del gas natural licuado (GNL), que llegó a niveles por debajo de los US$3 por millón de BTU (medida inglesa que se utiliza en el sector), también por caída de la demanda de Asia por el coronavirus. Con estos valores, al país le conviene importar el hidrocarburo que producirlo y frena cualquier proyecto de exportación , como los que tienen en carpeta las petroleras con los buques de licuefacción, según explican los expertos del sector.
La caída en la producción local del gas ya había comenzado hace un año, cuando bajaron los precios internos por la sobreoferta y la falta de infraestructura para vender al exterior. En ese entonces, las petroleras movieron equipos para acelerar la producción de petróleo, que tiene una logística más accesible. «Había una ventana para la producción del petróleo porque el precio internacional estaba en US$60, aunque para el mercado local es menor porque hay que restarle las retenciones. El breakeven de Vaca Muerta -el valor que permite recuperar la inversión- es entre US$35 y US$40. Si se mantienen los niveles actuales, se compromete el escenario», dijo un ejecutivo de la industria en off the record .
En este sentido coincidió el CEO de YPF, Daniel González, en su conferencia anual con inversores de Wall Street. El ejecutivo señaló que con niveles del Brent por debajo de US$50 no hay espacio para desarrollar nuevos yacimientos de producción no convencional, como los que están en Vaca Muerta. «Estamos teniendo breakevens bajos con las nuevas perforaciones en bloques ya desarrollados, pero es difícil hacer inversiones en nuevos bloques con precios internacionales menores a US$50», indicó.
En las cuentas públicas seguramente el Gobierno sienta un alivio en el costo fiscal, ya que experimentará una baja importante en los subsidios destinados a financiar las importaciones de gas. Sobre todo, si se mantienen estos niveles de precios en invierno, cuando aumenta el consumo y no alcanza la producción interna. Sin embargo, esto podría ser un alivio transitorio. El precio del Brent y del GNL es muy volátil y en unos meses podría volver a subir. Pero la reactivación de los equipos de producción no tiene el mismo dinamismo.
La incertidumbre internacional agranda los problemas domésticos, donde el Gobierno todavía no dio definiciones sobre su política energética. La parálisis en la actividad hidrocarburífera ya se comienza a percibir en la desaceleración de la producción de petróleo y gas. En enero, la producción no convencional de gas tuvo un incremento interanual de 12,8%, cuando en enero de 2019 había crecido a un ritmo de 216% interanual, según la consultora G&G. En petróleo, el crecimiento del no convencional fue del 40,8%, cuando en el mismo mes del año anterior había sido del 80,5%.