Fernández logró el apoyo de Merkel para renegociar la deuda con el FMI

La canciller alemana prometió respaldar en el organismo el pedido argentino para reprogramar los vencimientos. Angela Merkel dijo que "es importante pensar cómo desde Alemania podemos ayudarlos", durante la declaración conjunta que los jefes de gobierno hicieron antes de la cena de trabajo, en la sede de la Cancillería Federal.

Alberto Fernández estaba exultante cuando bajó del Mercedes Benz negro que lo depositó de regreso en el hotel Regent después de la cena con Angela Merkel. Tanto que no dudó en demorar unos minutos el ingreso al lobby para, en la noche gélida, volver a posar con residentes argentinos que querían sacarse una foto con él, como habían hecho unas horas antes, previo al viaje de ida.

La canciller alemana, la figura de mayor peso político de Europa, respondió al pedido de auxilio que trajo bajo el brazo el presidente argentino. «Es importante pensar cómo desde Alemania podemos ayudarlos», dijo, durante la declaración conjunta que los jefes de gobierno hicieron antes de la cena de trabajo, en la sede de la Cancillería Federal. El encuentro duró casi dos horas, cincuenta minutos más que lo programado, un gesto muy valorado por Fernández.

Eso no fue todo, cuenta en el entorno del Presidente. Después de escuchar de boca del ministro de Economía, Martín Guzmán, la propuesta argentina para reprogramar hasta 2024 los vencimientos de su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Merkel prometió el respaldo de su país en el directorio ejecutivo del organismo, aseguran. «Dijo que le parecía razonable y que iba a acompañarnos», relató Fernández a miembros de la delegación que no participaron de la cena. «Me fue once puntos», se entusiasmó, antes de comunicarse con Cristina Kirchner para darle detalles del encuentro.

El gobierno alemán no hizo comentarios después de la cena. «Celebramos los encuentros con el Fondo Monetario Internacional y por su puesto hablaremos de eso también», dijo Merkel durante la declaración conjunta. No era esperable nada más, explicaron los pocos acreditados permanentes que cubrieron la visita del Presidente a la sede de la Cancillería: en Alemania, la palabra deuda es sinónimo de culpa.

Justo después de que Merkel recibió a Fernández, en la entrada del edificio, el Presidente sacó su primera carta: invocó el nombre del Papa. «Estuve con él y me habló muy bien de usted», le dijo, para endulzarla, cuando subían en el ascensor. Fernández se llevó una imagen muy alejada a la de la mujer de hielo que suelen describir.

El respaldo de Alemania en el FMI era el objetivo número uno de la gira europea del Presidente, que arrancó el viernes en Italia y que lo llevará también a España y Francia. Los cuatro países reúnen un porcentaje de voto en el organismo de alrededor del 15 por ciento, lo que podrá fortalecer la posición argentina, que debe convencer también a los Estados Unidos, dueño de la última palabra en el directorio ejecutivo.

Además de Guzmán, acompañaron al Presidente el canciller Felipe Solá; el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello; el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y el embajador argentino en Alemania, Pedro Delgado Villagra. Al margen de esa intervención de Guzmán, a la que siguió una consulta de Merkel con uno de sus colaboradores, en la cena solo hablaron Fernández y la canciller alemana. Comieron conejo de entrada, bifes de lomo con una ensalada de papa como plato principal y una marquise de chocolate de postre. El Presidente, que casi no toma alcohol, aceptó una copa de vino blanco para participar del brindis que propuso Merkel para empezar la cena: «Por Alemania y por la Argentina».

Después de escuchar las preocupaciones del Presidente, la canciller planteó las suyas, como la deuda millonaria de la Argentina con la empresa alemana Hochtief, por una condena que dictó el Ciadi en 2016; la demorada construcción de la represa hidroeléctrica Chihuido, de la que participa la empresa alemana Voith, y la situación de convulsión política que atraviesa América latina (de lo que se informa por separado).

Merkel también abogó por la puesta en marcha del acuerdo entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. Fernández, que prefiere ir con pie de plomo, debió hacer equilibrio: le recordó que la había visto por primera vez en 2005, durante un encuentro para avanzar en la firma del tratado, pero le advirtió que debían tratar de que ninguna de las partes saliera perdiendo. «Usted me invita a bailar el tango en el momento en que estoy en terapia intensiva», dijo, para distender.

Consciente de que Merkel es una abanderada de la disciplina fiscal, Fernández cargó las tintas contra el endeudamiento asumido por el gobierno de Cambiemos. «Ella dijo que esperaba mejores resultados de Macri, que se había llevado una impresión errónea de la situación económica cuando estuvo en la Argentina para el G20», relataron fuentes de la comitiva. Para ganar de mano, el Presidente sacó el tema del cepo y prometió flexibilizar el giro de utilidades el exterior.

«Me quedan algunas preguntas. ¿Puede quedarse un poco más?», cuentan que le dijo Merkel a Fernández cuando se consumió la hora estipulada por el protocolo para la cena. «Tengo toda la noche, si quiere», respondió él, risueño. Fue entonces que la canciller le confesó que no comprendía bien el peronismo. «¿Se parecen más a los socialistas? Lo veo con la cabeza muy abierta», dijo, según relataron en la comitiva argentina. El Presidente se ofreció a explicarle: «No somos los populistas que muchos creen. Tenemos una mirada pragmática de la economía».