El Papa con Alberto, Larreta en pie de guerra y nueva fiesta de impuestos

No le costó a Alberto Fernández mucho ser presidente, digitado para una candidatura que tuvo el apoyo popular. Se ahorró toda la carrera de un político por construir una identificación exitosa con los representados.

Por Ignacio Zuleta –  Se inviste con eso de la misma rareza que tuvieron otras presidencias extravagantes del peronismo. Eduardo Duhalde fue designado por el Congreso para terminar el mandato por el cual había competido con Fernando de la Rúa en 1999, y para el cual perdió. Debía completar el período como si fuera el suplente. Otro que accedió después de perder en las urnas fue Néstor Kirchner, vencido en 2003 en la primera vuelta por Carlos Menem. Asumió cuando el riojano se bajó del balotaje.

Esas extravagancias fueron tóxicas para el sistema. Duhalde resignó la reelección arrinconado por protestas por la muerte de dos piqueteros en una jurisdicción que no era la propia -la administraba Felipe Solá, que hacía de suplente de Carlos Ruckauf-. Eso sirvió para rayarle la carrocería y convencerlo de que no podía repetir. Una enormidad porque el peronismo no tenía oposición después de la debacle radical de 2001. Ni con eso pudo retener el poder. Fue víctima de la fragilidad de origen; venía del Senado, no de la calle. Néstor tampoco repitió. Creyó que en 2007 podía perder las elecciones por un segundo mandato. Eligió otro compromiso tóxico, como fue la alianza con los radicales de la Concertación Plural. El lema de aquella campaña fue «Cristina, Cobos y yo».

Torneos con éxito asegurado

Alberto, herido también por la marca del presidente puesto, busca en la itinerancia por el mundo algunos escenarios que lo muestren como un mandatario con autonomía, e independiente de una franquicia que en cualquier momento le va a tomar examen, y que puede renovársela o no. Ensaya torneos en los que hace músculo y en los que sale ganador. Son largas maratones con final asegurado, como si fueran carreras en la cinta del gimnasio. ¿Cómo no va a mostrarse victorioso, si mandó a su jefe de Gabinete a pactar con la oposición la aprobación de la ley Guzmán, que esta semana será ley en una sesión exprés del Senado? ¿Quién puede pensar que se iba a pelear con el Papa Francisco en el Vaticano? ¿Quién puede creer que en la cena de este lunes con Angela Merkel en Berlín pueda sufrir algún desaire en el reclamo de apoyo para una solución al default en el FMI?

Esa salida está asegurada, aunque lo hagan transpirar. A él y a Martín Guzmán, que se sumó a esta comitiva, junto a Julio Vitobello, secretario presidencial. El ministro de Economía agregó una cita novedosa a su gira, una cena casi a solas, tarde en la noche de Roma del miércoles 5, con Kristalina Georgieva. Sobre esta dama Alberto recibió una especial recomendación del premier italiano Giuseppe Conte, para valorar su importancia política: “Ella debió ser la presidente de la Unión Europea”. Veremos.

Las tribulaciones de un presidente sin mandato

La relación entre la Nación y la Ciudad sufre otro efecto tóxico de esta institucionalidad pampa, con espejismos de poder. Alberto ganó por 8 puntos las elecciones a presidente, pero las perdió en la CABA ante Mauricio Macri por 17 puntos. ¿Recibió Alberto en esta elección un mandato para atacar las finanzas de sus opositores de Cambiemos, en un distrito que le negó el voto? Estas presidencias digitales no tienen mandato expreso, y los posicionamientos quedan librados al antojo dudoso del elegido. El actual jefe de Gobierno porteño ganó el cargo por 55% ante el peronismo. Sus defensores afirman que su prestigio supera el 70%.

¿Es legítimo que un presidente ganador en la Nación pero perdedor en la Ciudad ponga como objetivo demoler a sus adversarios, justo en donde el peronismo no supera el 35% de los votos? Es para revisar las conductas y poner en una balanza estas rarezas institucionales de presidentes que llegan al cargo sin la construcción de poder en la ciudadanía, como prevé cualquier proceso democrático. Es un asunto delicado, porque en Chile todos creían vivir un paraíso institucional. Llegó el Guasón y se derrumbó el gigante de pies de barro. Las relaciones entre Nación y la Ciudad llegan a un punto crítico: ¿puede soportar el Gobierno nacional que Horacio Rodríguez Larreta salga a decir que los policías de la ciudad no pueden cobrar el sueldo? ¿Quién va a ser la víctima de esa campaña? Fernández ha construido un gabinete de porteños, que van a volver a caminar por la Ciudad. No sea que vuelvan los panzazos por las confiterías del Patio Bullrich.

Qué hablaron Francisco y Alberto a solas

La misma música acompaña otras batallas. Alberto alza sus convicciones sobre el aborto y las lleva al Vaticano. ¿Lo eligieron candidato porque lo que opinaba de la despenalización? ¿Quién le dijo que esa fue la razón de que lo señalasen como postulante a presidente? Pareció entenderlo Francisco, que es más vivo que todos, cuando eludió el asunto en la charla a solas.

– ¿Qué necesita?, preguntó el padre Jorge.

– Que me ayuden.

– Lo voy a ayudar. Los estoy ayudando. No sabe todo lo que hago todos los días para ayudarlo.

El visitante buscó alguna cercanía y le comentó que había elegido a la diplomática María Fernanda Silva para ser embajadora.

– Es una mujer inteligente -musitó Francisco- y desmarcó: pero tampoco había problemas con los otros.

Dejó en claro que él no opinaba sobre nombres. Sonría, embajador Bellando. Quien sí sonrió fue Felipe Solá, a quien Francisco titeó:

– Hola, hace mucho que no lo veo a usted.

Sonó como un reproche por no haber ido a visitarlo antes. Felipe integró el grupo de Los Laudatos en 2016, cuando había asumido ya Macri y Solá estaba enfrente. Tanto que -cuento de paso- Macri le había ofrecido la embajada en México y la rechazó («soy opositor», respondió). En el debate sobre la despenalización del aborto, Solá apoyó el Sí y le pareció que podía haber enojado a Francisco.

El Papa está contra el aborto, pero tiene reservas sobre quienes, en sus palabras, protegen las dos vidas sólo dentro del vientre de la madre: hay que protegerlas dentro y fuera del vientre de la madre. El Papa le mandó a decir, mediante un amigo común, que lo comprendía. Quedó indultado. No se contarán aquí otras instancias más privadas de su relación. Personal. Que las cuenten ellos.

Aborto: el riesgo de cantarle a Gardel

Más pintoresco fue el diálogo de la delegación con el secretario Pietro Parolín, que le habló de la protección de la vida desde la concepción. Alberto, que tiene los manes del polemista porteño, entendió que daba para cantarle a Gardel. Le recordó que él sabía de aborto, porque daba clase de Derecho Penal, que había leído a San Agustín y Santo Tomás, y conocía sus conclusiones sobre que el embrión no tenía alma hasta los 45 días, o hasta que el cuerpo no tuviera forma humana. Y ahora, agregó, fíjese que hay médicos que dicen que el feto tiene dolor recién a los tres meses, cuando se forma el sistema nervioso.

Lo tapó de palabras Alberto con explicaciones de un Plan 1.000 días, que piensa para proteger a las madres que no están decididas a criar a sus hijos, dándoles protección los primeros tres meses de vida. Es una versión renovada de planes que tuvieron las gobernaciones de Daniel Scioli y de Juan Manuel Urtubey. Parolín, que tiene experiencia en tercermundismos, sonrió, le dijo que la posición de la Iglesia era la que era, y que ellos no podían decir otra cosa. Cambiemos de tema.

Ofreció mediación con Venezuela

Más horizontal fue el diálogo sobre Venezuela. El Vaticano se ha quedado sin libreto después de que fracasasen los esfuerzos en la región. Es crítico de Nicolás Maduro, porque demoró aceptar algún plan de superación de la crisis, y con eso ganó tiempo para afirmarse. Coincidieron en criticar el plan de los Estados Unidos de acentuar el bloqueo. El bloqueo es hambre y negocios para quienes triangulan.

– ¿Qué puede hacer Ud?, se interesó Parolín.

– Puedo ofrecer una mediación junto con México.

Pasa a comisión. El anfitrión se quejó de la situación del catolicismo en la región, que retrocede ante el avance de iglesias del cristianismo reformado o de otras sectas animistas, y lejos de la piedad romana. Los centros de esa expansión son México y Brasil, los países con más católicos de la región y que tienen presidentes evangélicos. Parolín le explicó –en un cocoliche bien simpático- la diferencia entre evangelistas y pentecostales -serían los más serios- y los televangelistas -que son en realidad franquicias que se venden, explicó-. Alberto, que tiene respuesta para todo, volvió a cantarle a Gardel:

– Ustedes deberían confiar en la personalidad del Papa Francisco, en las reformas que propone para la Iglesia, en los curas villeros. Ellos harán que la Iglesia recupere terreno.

Andá.

Larreta espera respuesta de Alberto y Cristina: ¿es política o reparto de caja?

En todas estas fotografías sale airoso, cuando en realidad nadie podía esperar otra cosa. Es legítimo celebrar el acuerdo con la oposición, una rareza para la Argentina beligerante. A esta cadena le falta un eslabón: un segundo acuerdo para cerrar la pelea con la administración porteña de Larreta. Es la contraprestación que explica el apoyo opositor a la ley Guzmán y también a la suspensión del Consenso Fiscal, que beneficia a la Nación y a las provincias. Los negociadores de las dos partes esperan que se expidan sobre el entuerto las dos cabezas del gobierno, Cristina y Alberto. En las segundas líneas, que manejan las planillas de Excel con el recorte de la coparticipación de la CABA, no tienen en claro la naturaleza, ni la solución, de las diferencias. Eso sólo se resuelve en la cúpula. ¿Es una pelea política o una diferencia financiera?

Para Larreta es una puja política que busca tumbarle el gobierno con un recorte de fondos que puede llegar a un punto de la coparticipación secundaria. Lo financiero es un disfraz. Por eso mandó a preguntar qué va a hacer el gobierno, en estos términos: si el recorte es de medio punto -unos $ 18.000- cerramos ya, y eso ya lo hemos pagado aprobando con votos de Cambiemos la suspensión del Consenso Fiscal. Si el navajazo es de un punto -unos $ 36.000 millones-, vamos a la guerra. Los negociadores del peronismo esperan a que vuelva Alberto de Europa, algo que ocurrirá el jueves. A los enviados de Larreta les interesa otra interconsulta: pregúntenle a Cristina. De otro lado de la línea, una sonrisa de compromiso. Creen que es una ventaja que el otro no sepa quién manda. Pero del otro lado, saben quién manda.

El voto resbaladizo que asegura impuestos a las provincias

El PRO, que está en las antípodas ideológicas del peronismo, y más en punto a la existencia de impuestos regresivos como el de Ingresos Brutos (IIBB), apoyó el proyecto del oficialismo. Aportó 26 votos positivos a esa suspensión de la baja de impuestos, por sobre los 34 diputados que tiene esa fuerza. La mitad de esos legisladores se identifican con el sub-bloque federal que anima el trío Monzó-Frigerio-Massot, que tienen una alianza con Larreta en la Ciudad que les ha significado posiciones de gobierno, como el cargo de director del Banco Ciudad de Massot. La racionalidad se impuso esta vez a la ideología. Le dieron otra mano al Gobierno y, de paso, le protegieron el morral a Larreta. Este sector les reprocha a los radicales y a la Coalición de Elisa Carrió que se hayan desentendido del interés de los mandatarios de la oposición en proteger sus ingresos. Es la punta de algunas diferencias que tienen que ver con la disputa de liderazgo que vive Cambiemos para esta nueva etapa.

Carrió había anunciado que votaría contra esa suspensión, para ser consecuente con su programa de bajar impuestos -la Coalición es el único partido que propone esas rarezas como reducir los tributos-. En el radicalismo las posiciones fueron cambiantes. La mayoría del bloque rechazó la iniciativa, con excepciones como las de diputados jujeños y algunos de las Capital, como Carla Carrizo o Emiliano Yacobitti, que también apoyaron el blindaje a Larreta y tomaron distancia de la bancada de Carrió, que integra la misma coalición con ellos. Para el diván del internismo fino quedan el rechazo del diputado del PRO Omar De Marchi, la abstención de los radicales Alfredo Cornejo, Jimena Latorre, Claudia Najul, Luis Petri y Federico Zamarbide, que votaron contra lo que podía ser el interés de su gobernador Rodolfo Suárez. En la reunión de la mesa de Cambiemos del martes pasado hubo un turno de debate de esas disidencias. El conjunto de los gobernadores, jefes partidarios y legislativos hicieron un canto a la unidad del partido en los 45 días siguientes al 10 de diciembre. Un mérito para una fuerza que no tiene un liderazgo personalizado en una figura y con un Macri fuera de la escena.

Funcionó aquí el reclamo de los ideólogos de la coalición, como Jesús Rodríguez, de la necesidad de tener un método para tomar las decisiones. Hasta ahora funcionó. Pero Gerardo Morales hizo la advertencia sobre la necesidad de mantener esa unidad, pero también encontrar un método para hacer tolerables las diferencias. Estas fue una oportunidad y hay que esperar las consecuencias hacia adelante. Para la anécdota, que limpia, fija y da esplendor (como la RAE), quedan enigmas abiertos, como la ausencia de caciques del PRO como Cristian Ritondo, Carmen Polledo o Luciano Laspina, en sesión tan importante. Habían viajado creyéndole a Massa que no habría sesiones hasta febrero. También extrañó la ausencia de Alejandra Vigo, esposa de Juan Schiaretti. Los diputados que le responden a los gobernadores quedaron fuera de juego cuando el bloque al que pertenecen fracasó en imponer la comisión de revisión de todas las deudas provinciales. ¿Puede quedar Córdoba fuera de este acuerdo, y más si el autor fue Mario Negri, opositor de Schiaretti? Otro hecho histórico: la mesa nacional de Cambiemos sesionó el martes en el despacho de Negri en el Congreso. Otro símbolo de poder.