MGR. MARCELO CHINCHE CALIZAYA en Columna Entrelíneas – El pasado martes 28 de enero, la Secretaria de la Defensa Nacional de México (SEDENA), hizo pública la detención de una aeronave ilícita procedente de Argentina con destino a la isla de Cozumel, cuyo plan de vuelo, finalmente fue abortado por la oportuna intervención de su sistema de integral de vigilancia aérea.
Los pilotos, al percatarse de la presencia de aviones de la fuerza aérea mexicana, decidieron aterrizar de manera forzada, en el aeródromo de Mahahual, Quintana Roo, donde personal militar procedió a la detención del jet privado, la tripulación de nacionalidad boliviana y un cargamento de 1.000 Kgrs. de cocaína, distribuida en 32 paquetes, cuyo valor asciende a los 12 millones de dólares.
El jet bimotor Gulfstream GLG-3 con matrícula norteamericana N18ZL, al mando de Miguel Ángel Blázquez Vallejos (43) y Aldo López Matienzo (51) -quienes fueran pilotos de Amaszonas y BOA respectivamente-, iniciaron la travesía del narcovuelo, la noche del domingo 26 de enero, desde Estados Unidos hacia la ciudad de Salta vía México, para retornar sobre la misma ruta, transportando el cargamento de cocaína y que se presume, es de origen boliviano.
Lo extraño del incidente, son los informes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria Argentina (PSA) y la aduana, que indican haber realizado tres controles sobre el avión jet privado. Uno de la PSA que incluyó perros entrenados para detectar drogas, otro de la aduana y un tercero por Sanidad de Fronteras, no hallándose anomalías o vestigios de sustancias ilícitas al interior de la aeronave que alzaría vuelo el 28 de enero rumbo a México.
Al parecer, los hábiles pilotos bolivianos desviaron maliciosamente su plan de vuelo, para realizar una escala irregular donde cargaron la cocaína, antes de continuar su trayecto hacia el país azteca. Las autoridades argentinas descartaron que la cocaína haya sido cargada en Salta, haciendo entrever que la tripulación procedió a apagar manualmente el aparato “transporter” que emite una señal y tráfico aéreo a las torres de control y de ese modo, realizar una “escala fantasma” no permitida.
Varias interrogantes deberán ser develadas en la investigación iniciada en Argentina al igual que en México, a objeto de establecer quienes cubrieron la estadía en Salta de ambos pilotos, la cancelación del transfer, el hotel y los 13 mil litros de combustible para la aeronave que, de acuerdo a manifiesto de vuelo, fue a buscar a dos supuestos pasajeros para llevarlos a México y que nunca existieron, pues el avión arribo y se fue sin pasajeros. A su vez, debe esclarecerse porqué cambiaron el plan de vuelo original de fecha 17 de enero, cuyo trazado era Cozumel-Ezeiza (Buenos Aires) – Cozumel, para luego, cambiar la capital argentina por la ciudad de Salta.
Se presume que tanto Blasquez como López, trabajan para una organización internacional vinculada al temible cartel de “Ndrangheta” que monopoliza y controla toda la ruta de la cocaína sudamericana a Norteamérica y Europa. Ello tendría sentido, pues Blasquez arrastra sospechas de vinculación con el narcotráfico desde febrero de 2019, tras protagonizar un accidente aéreo en una avioneta con matrícula argentina y que aparentemente se dirigía a un punto de acopio de cocaína. Sin embargo, la investigación fue paralizada por instrucciones del entonces ministro de Gobierno Carlos Romero.
Por su parte, López Matienzo, también fue denunciado por estar involucrado en un caso de tráfico de estupefacientes descubierto. Pese a ello, fue contratado por la anterior administración de BOA al mando de Ronald Casso, desde mayo de 2017 hasta abril de 2019.
Definitivamente, mucho tendrán que explicar los pilotos bolivianos acerca de este nuevo escándalo de tráfico de droga, más aún si esta tiene procedencia boliviana.