Macri tomó también en las últimas horas otra decisión rupturista: que la Argentina sea admitida como país "observador" en la alianza de países del Pacífico.
Por Joaquín Morales Solá- Mauricio Macri esquivó en el momento agónico lo que hubiera sido la primera gran crisis de la coalición gobernante. Sacó a los funcionarios y ex funcionarios de los beneficios del blanqueo, cuya inclusión había sido anunciada hace cinco días por el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay. En un extenso y, por momentos, enrevesado juego retórico, Prat-Gay señaló, para ponerlo con palabras sencillas, que el blanqueo de las fortunas de funcionarios y ex funcionarios los condicionaría a éstos a no robar en el futuro. No dijo nada, en cambio, sobre si deberían -o no- justificar cómo algunos de ellos se hicieron ricos, justo cuando la Justicia investiga a varios funcionarios de Cristina Kirchner por enriquecimiento ilícito. En la noche del lunes pasado, Macri se enteró de que Pro se quedaría sin Cambiemos en el Congreso, y de que detrás de esa fisura se abroquelarían, otra vez, todas las versiones del peronismo.
En síntesis, la inclusión de funcionarios y ex funcionarios en el blanqueo de capitales no habría pasado por el Congreso. Una insistencia del Gobierno le habría significado, además, la ruptura con los seguidores de Elisa Carrió y los radicales. Habría significado una doble derrota. El rechazo parlamentario de ese artículo del proyecto y la escenificación de la primera discordia seria del Presidente con la alianza gobernante. Carrió llegó a comparar esa eventual crisis con la que sucedió en el gobierno de Fernando de la Rúa luego de las denuncias sobre el pago de sobornos en el Senado. "Jamás votaré ese artículo del proyecto, pase lo que pase", anticipó. Más discretos, los radicales le enviaron a Macri mensajes en el mismo sentido. Era mejor sacar a los funcionarios porque ellos no aceptarían su inclusión en el blanqueo. Macri terminó aceptando que las puertas se le habían cerrado y prefirió desmentir en los hechos a Prat-Gay. Funcionarios y ex funcionarios quedaron excluidos del blanqueo.
El argumento de Prat-Gay fue que el blanqueo debía ser lo más amplio posible ante la perspectiva cercana de que entrará en vigor, el año próximo, un acuerdo de intercambio de información financiera firmado por 111 países. Es cierto que la humanidad camina hacia un mundo sin secretos financieros, pero no es menos cierto que ésa no puede ser una excusa para convertir en lícito el dinero supuestamente ilícito. Ciertos filtros deben existir para blanquear el dinero, sobre todo el que no fue declarado ante la agencia impositiva, si no se quiere anteponer la necesidad financiera al compromiso moral. De todos modos, el éxito del blanqueo no dependerá nunca de los corruptos, sino de la confianza que pueda existir de parte de los que fugaron sus ahorros del sistema financiero para resguardarse del vaivén perpetuo de la economía argentina.
La inclusión de funcionarios y ex funcionarios habría también manchado inútilmente la iniciativa con más sensibilidad social del gobierno de Macri y, tal vez, la de más responsabilidad institucional. La actualización del salario de los jubilados a los parámetros que fijó la Corte Suprema de Justicia es fundamentalmente un acto de reparación. Durante cerca de diez años los gobiernos de los Kirchner se negaron a tomar las reiteradas decisiones de la Corte como una jurisprudencia definitiva, que debía ser llevada a una ley nueva. Condenaron a los jubilados a hacer cola frente a los tribunales para esperar juicios que, con sus diversas instancias, podían llevar entre siete y diez años. Especularon con la biología y con el hecho cierto de que la mayoría de los jubilados transita los últimos años de vida. La herencia del capital acumulado en vida por padres o esposos, una vez terminados los juicios, habría debido atravesar luego los también largos juicios sucesorios.
Una anécdota puede describir el tamaño del problema social. El fuero previsional ocupa una antigua casa en el barrio de los tribunales. Cada tanto, esa casa debía ser cerrada y liberada de los miles de expedientes que se acumulaban con demandas de jubilados. La casa corría el riesgo de desmoronarse por el peso de los papeles. Haber resuelto ese problema es una medida tan importante como cuando Roberto Lavagna limpió el país de cuasi monedas. Había entonces 14 monedas provinciales que sólo servían en cada una de las provincias que emitían ese dinero falso.
La importancia institucional de la medida consiste en que el Poder Ejecutivo regresa a la práctica de respetar las resoluciones de la Corte. Históricamente, el Poder Ejecutivo y el Congreso convirtieron en leyes las jurisprudencias sentadas definitivamente por la Corte. El caso más recordado es el que instauró el divorcio en el país. La primera decisión fue de la Corte Suprema en 1986; el tribunal sostuvo que la Constitución garantizaba la libertad necesaria como para que las personas pudieran decidir sobre sus vidas privadas, incluido el matrimonio. Y aceptó el primer divorcio. El entonces presidente Raúl Alfonsín envió poco después al Congreso un proyecto de ley que habilitaba el divorcio entre los argentinos. La Corte se lo agradeció: si Alfonsín no hubiera respetado la jurisprudencia de la Corte, los matrimonios desavenidos habrían sobrecargado de expedientes al fuero civil y a la propia Corte.
Otra ruptura
Macri tomó también en las últimas horas otra decisión rupturista con el pasado reciente. Fue cuando pidió que la Argentina sea admitida como país "observador" en la alianza de países del Pacífico. La decisión tiene dos lecturas posibles. Una: el gobierno argentino aceptó en los hechos que el Mercosur, la idea de integración más avanzada que hubo en América latina, se frustró. La otra: Macri decidió abandonar de a poco la dependencia de Brasil de la política exterior argentina. El Mercosur tuvo dos momentos de inflexión hacia el fracaso. El primero sucedió cuando Néstor Kirchner decidió enfrentarse duramente con Uruguay por las papeleras de Fray Bentos. Si dos países tan cercanos y socios de una alianza regional no pudieron resolver sin estridencias un conflicto de esa naturaleza, ¿qué perspectiva podía trazarse sobre el destino común de los países del Mercosur... El otro momento ocurrió cuando la Argentina (y Brasil) incorporaron artificialmente a Venezuela como socio pleno de la alianza. El Mercosur se convirtió desde entonces en una alianza más que nada ideológica. El Brasil de Lula y de Dilma Rousseff y la Argentina de los Kirchner hicieron una enorme contribución a ese absurdo estratégico. El Mercosur dejó de ser lo que había sido: una esperanza de integración entre países con historia y realidades distintas parecida a la Unión Europea.
Esa opción significó también para la Argentina una dependencia constante de Brasil, tanto en su relación comercial con el mundo como en la definición de su política exterior. Brasil nunca quiso acercarse a los países de la Alianza del Pacífico porque ahí está México, su eterno competidor por el liderazgo regional. La Unasur fue una idea del Brasil de Lula para sacar del medio a México, que la Argentina siguió sin discutir ni refutar. México es América latina, le guste o no a Brasil.
A Macri nunca le gustó esa dependencia, aunque nunca tampoco dejó de valorar el peso específico de Brasil en la región. Gran parte de ese dilema se lo resolvió la propia crisis política de Brasil, que sólo ha comenzado si se tienen en cuenta los innumerables casos de corrupción que todavía están en proceso de investigación y la fragilidad de la administración del presidente Michel Temer. La crisis política brasileña espolea la crisis económica del país. Nunca habrá un mejor momento para producir un giro radical en la política exterior argentina. Susana Malcorra tiene capacidad como para establecer con precisión esos momentos. Macri y ella cazaron al vuelo el instante propicio, que seguramente no se repetirá.
Digan lo que digan los macristas, al final del día Macri es un político clásico. Cuenta con los sensores necesarios como para no chocar contra una bloque impenetrable (por eso sacó a los funcionarios y ex funcionarios del blanqueo). Y tiene el instinto para elegir el momento en que se puede modificar la historia sin pagar un precio exorbitante por esa mutación.