Hay que admitir que la gestión de Gerardo Morales está exhibiendo una dinámica desconocida en la política de Jujuy. Desde su asunción, con el acampe organizado por Milagro Sala, no se dejó torcer el brazo por ese poder paraestatal que dominaba los destinos de esta provincia. Utilizó cuanto recurso legal estuvo a su alcance para desbaratar el reinado de la violencia y de la impunidad.
Morales supo resolver con tino político el acampe salvaje en la plaza Belgrano, y lo que en un principio se mostraba como un enemigo poderoso, terminó configurándose en la agonía de un sistema que los jujeños ya habían rechazado con el voto.
El vicegobernador Carlos Haquim, hombre hasta ahora leal a Morales, convocó a sesiones extraordinarias y puede decirse que cumplió con su trabajo, facilitando la aprobación de proyectos transformadores, siempre “cocinados” en el primer piso de la Casa de Gobierno.
Morales y Haquim fueron vistos juntos en la emergencia de Tilcara, recorriendo calles anegadas y compartiendo las vicisitudes de los afectados por el temporal. Y aunque las agendas de ambos hombres fuertes del “cambio” son dispares, la gestión los ha encontrado juntos en los temas álgidos que se presentaron en el complicado inicio de mandato.
Hasta hoy, más allá de los matices, daba la sensación de que esta se trataba de una gestión que se anticipaba a los hechos, marcaba una agenda y tenía una estrategia de poder muy superior a lo que todos estaban acostumbrados a ver. Existe en tal sentido una extraña sensación de que Morales viene gobernando hace varios años y no los escasos cuatro meses que lleva en el Sillón de Fascio.
Sin embargo, el ímpetu demostrado hasta ahora por el Poder Ejecutivo a pocos meses de haber asumido el mando, hoy no tendría igual correlato desde el Poder Legislativo, estamento clave si los hay en el ordenamiento republicano. Avezados observadores de la realidad política local y conocedores de los intríngulis del Frente Cambia Jujuy, señalan sin titubear una sorpresiva parsimonia del vicegobernador Carlos Haquim en los temas más calientes de la gestión.
Dicen (no sin una cuota de razón), que mientras Morales abre varios frentes de batalla y su pelea es a capa y espada, Haquim mira de reojo un combate que le es casi ajeno. Habiendo sorteado con éxito obstáculos políticos y legales, el líder jujeño del renovadorismo massista estaría más preocupado en fortalecerse dentro del Partido Justicialista, que de asumir como netamente propios los problemas que están en el centro de la escena provincial y que desvelan a los funcionarios gerardistas.
Sabido es que la unión del radicalismo con una parte del peronismo jujeño y otros partidos minoritarios, sirvió para ganar elecciones. Lo que está aún por verse es si esa misma coalición sirve para gobernar una provincia devastada.
Algunos empiezan a preguntarse si Morales y Haquim serán capaces de mantener la unidad de dos espacios ideológicamente divergentes en bien del interés colectivo, considerando que varios massistas jujeños, por ejemplo, siguen despotricando contra Mauricio Macri como si estarían en la campaña electoral de las PASO 2015.
Otros, menos exagerados en sus apreciaciones, sostienen que la realidad es que son contados con los dedos quienes pueden seguirle el ritmo a Gerardo Morales y en este listado no figura Haquim. La febril actividad del gobernador ha superado a su entorno que se esfuerza para cumplir con cada orden.
Lo que está claro es que Morales está provocando cambios profundos que indudablemente marcarán la historia de Jujuy. Es prematuro saber quiénes lo acompañarán hasta el final.