Había en aquella camioneta mucho más que ochenta pelotas. Aquel vehículo llevaba las ilusiones de un grupo de amigos de poder ayudar a algunas de las muchas comunidades relegadas de Sudamérica. Ese viaje, que se inició en Buenos Aires y que recorrió el norte argentino, Bolivia, Perú, Ecuador y Chile, fue el puntapié inicial con el que comenzó Revolución Pelota, un proyecto solidario que consiste en llevar balones a lugares humildes para poder ayudar mediante el deporte.
"La idea era adentrarnos en las realidades de la gente más postergada y por eso cargamos pelotas para repartirlas en el camino. Se nos ocurrió colaborar a través del fútbol porque es una herramienta social muy importante, un lenguaje único y común", remarca Federico Pería, quien junto a Facundo Leiton, Matías Asconape y Matías Perrone crearon Revolución Pelota. Tanto él como sus amigos ya llevaban unos ocho años de trabajo en la acción social, colaborando principalmente con escuelas y hospitales de la zona de la Quebrada de Humahuaca. Desde hace cuatro años, los viajes por ayuda se suceden, siempre bajo el lema de "que nunca falte una pelota".
"Una pelota reúne niños y adultos de manera automática. La práctica del juego mejora la calidad de vida, genera un entorno sano, aleja a los chicos de la calle, fortalece la amistad y el trabajo en equipo". Este concepto es uno de los motores de la organización, cuya misión es "buscar un cambio social a través del fútbol".
"Queremos que nunca haya una canchita y al lado los chicos sin poder jugar por la falta de pelotas. El potrero es una escuela sin paredes", señalan desde Revolución Pelota, rganización que con el correr de los años se ha ordenado y encontrado maneras más eficaces de lograr que todos los chicos puedan jugar. "Al principio agarrábamos la camioneta e íbamos frenando en los lugares en los que entendíamos que había desigualdad. Con el correr del tiempo, empezamos a recibir llamadas de distintos lugares de Sudamérica y se generaron vínculos", narra Federico.
"Cuando llegamos a un lugar a entregar las pelotas, estamos 3 ó 4 días e incentivamos a la gente a que se comprometa para ayudar desde sus grupos, clubes o escuelas", cuenta Pería. Claro, todo apunta a dejar un legado que trascienda la corta visita. "Nunca prometemos volver. Mantenemos el contacto pero nuestra idea es poder tocar todas las provincias argentinas", agrega. Y remarca: "Entendemos que los que realmente hacen el trabajo son las personas que están en el club o en el lugar. Nosotros damos una ayuda para los que chicos puedan estar más contenidos".